DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Anular no sirve

AutorCatón

Viperia estaba haciendo el amor en un motel con un amigo de su esposo. En eso sonó su celular y una voz le informó a la pecatriz que su marido había pasado a mejor vida víctima de un súbito y fatal síncope cardiaco. Viperia se volvió hacia su coime y le dijo alegremente: "-¡Buenas noticias, Pitorrango! ¡Ya no estamos cometiendo adulterio!"... Pepito terminó de hacer pipí. Al cerrar el zipper de su pantaloncito se pilló su partecita en forma tal que lo hizo lanzar un lastimero grito de dolor. Acudió a la carrera su mamá, y Pepito, entre lágrimas, le contó lo que le había sucedido. Con maternal cariño la señora le puso la mano en la parte dolorida y empezó a recitar: "-Sana, sana, colita de rana". "-No -gimió el pequeño-. Un besito, un besito". "-¡Caramba! -exclamó con asombro la señora-. ¡Cada día te pareces más a tu papá!". (No le entendí)... La moral de los países de Occidente sufre hoy un serio descalabro con la publicación aquí del chascarrillo intitulado "La Sal Prieta". Nadie que se precie de decente -dentro de lo que cabe, claro- debe leer ese execrable cuento, capaz de inficionar la entraña misma de la sociedad. Búsquenlo mis cuatro lectores al final de esta columnejilla, pero eviten posar en él los ojos, para no ser contagiados por su inmoralidad... Yo no anularé mi voto por una sencilla razón: porque eso sería anularme a mí mismo como ciudadano. El acto de votar es importante. Es la ocasión más próxima y directa en que los electores podemos expresar nuestra voluntad. Anular el voto es anular esa posibilidad, y al mismo tiempo mostrar un desprecio absoluto y una absoluta desconfianza a todas las personas y a todas las instituciones. Muchas maneras hay de protestar contra ellas. La anulación del voto no dice nada por sí misma, pues se puede interpretar en muy diversas formas: rechazo a los partidos; repudio a los candidatos que en esa elección se presentan; desaprobación del proceso electoral; irritación contra el sistema en general. Las boletas no ofrecen suficiente espacio para razonar debidamente la anulación, de modo que ésta queda librada a la interpretación de los partidos o de la autoridad electoral. Votar puede cambiar las cosas; anular no cambia nada. Y lo que México necesita -y...

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