De política y cosas peores / El adefesio

AutorCatón

"Siempre consigo que mi mujer grite en el acto del amor". Así le dijo Capronio a un amigo. "¿Cómo le haces?" -se interesó el otro. Contesta el ruin sujeto: "Le hablo por el celular y le digo que lo estoy haciendo"... Pepito le comentó a Rosilita: "Ahora sé que Santa Claus realmente existe". "¿Cómo lo averiguaste?" -preguntó la niña. Responde el tal Pepito: "En Navidad, antes de irnos a dormir, mis papis le dejaron a Santa un vaso de leche y unas galletitas. Yo pensé que Santa ya está grande para eso, y le dejé una cerveza. Al día siguiente vi que se había tomado la mitad. Si mi papá fuera Santa Claus se la habría tomado toda, y luego habría ido a la tienda de la esquina por un six"... Aquella señora hubo de pasar por una oscura calle, y ahí la asaltó un canalla que empezó a saciar en ella sus bestiales instintos de: 1. Lujuria. 2. Libídine. 3. Lubricidad. 4. Lascivia y 5. Libidinosidad. Al parecer al maldito le gustaba mucho la letra ele. Cuando se sintió atacada la mujer empezó a gritar con desesperación: "¡Estoy siendo robada! ¡Estoy siendo robada!" "¿Robada? -su burló entre acezos su asaltante-. Querrás decir que estás siendo violada". "No -replicó ella-. Con eso que tienes estoy siendo robada"... En tiempos de la Segunda Guerra un navío de la armada mexicana encalló en una playa del Pacífico, muy cerca de Ensenada. El capitán responsable fue juzgado por una corte de tres jueces. El primero pidió para él prisión perpetua. El segundo fue más severo: demandó que se le aplicara la pena capital. El tercer juez superó a los otros en crueldad. Exigió para el culpable un castigo tan terrible que mi pluma se resiste a describirlo. Esa sentencia fue la que finalmente se aplicó. Para cumplir su condena el capitán debía ir todos los días a la playa y sentarse en una silla frente al barco en desgracia. La gente que llegaba y miraba al navío ahí varado preguntaba invariablemente: "¿Quién sería el grandísimo pendejo que hizo encallar ese barco?" El capitán debía ponerse en pie y contestar: "Fui yo"... De nueva cuenta hay escándalo y revuelo por la estatua de Heydar Aliyev, líder político de Azerbaiyán calificado de asesino y dictador, cuya efigie se puso en el Parque de la Amistad, de la Ciudad de México. Independientemente del juicio que de la Historia merezca ese tirano -¡pobre Historia; debe juzgar a tantos!-...

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