De política y cosas peores / Nos acompaña

Igual que cada año desde hace 30 ya, se presentó en Saltillo mi pastorela Diablos y pastores, que mis queridos paisanos saltilleros conocen más bien como La pastorela de Catón. Noche a noche el público, igual que hace año tras año, abarrotó el teatro a lo largo de toda la temporada, hasta el punto que cuando el autor -o sea quien esto escribe- fue a ver su obra hubo de buscar sitio en la gayola. Doy gracias a la bondadosa gente que al descubrirme allá trepado me dio un aplauso como para treparme más, y gracias doy al magnífico grupo de actores y de actrices, y a su director, Gustavo García, por la espléndida creación que hicieron de mi obra, cuya representación forma ya parte indisoluble de la tradición navideña en mi ciudad. A la pastorela pertenece este "Monólogo del Pastor Niño", que con mis cuatro lectores comparto hoy. Helo aquí... "Noche clara de Belén, nochecita de montaña. En el cielo las estrellas, y en las estrellas el alma. Los rebaños están quietos paciendo yerbas de plata. ¡Qué noche tan silenciosa con la promesa del alba! ¡Qué vientecillo travieso! ¡Qué luna maravillada! Y de súbito un lucero por el Oriente llegaba, y los cielos se encendían en regocijo de llamas. 'Hermano: ¿qué es esto? di'. 'No sé, que nunca mirara una luz con tanta luz, y una blancura tan blanca'. Y luego, desde lo alto, coros de ángeles que cantan: 'Gloria a Dios en las alturas y paz a todas las almas'. Y dice un ángel: 'Pastores: en una humilde morada ha nacido el Niño Dios, el Redentor de las almas'. '¡Vamos allá!' -gritan todos-. Y todos se apresuraban. Pero ¿quién se quedará a cuidar de la majada? Yo, por ser el más pequeño y el más humilde en la casa. Y todos van al portal, y sólo yo me quedaba viendo brillar el lucero en cada una de mis lágrimas... Y después, cuando volvieron, ¡qué maravillas contaban! Aquel portal lleno de ángeles; aquel buey, aquella vaca; aquellos cantos de dicha; aquellas alegres danzas; los pastores dando al Niño los regalos que llevaban; y el Niño que sonreía, y la Virgen que cantaba, y San José que reía, y yo... que reía y lloraba, porque nomás yo no vi lo que los otros miraran. Y me fui a llorar muy lejos, donde no vieran mis lágrimas. Señor: ¿por qué soy pequeño...

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