Polanco: Vestigio de grandezas

AutorMaría Bustamante Harfush

Fotos: Jorge Silva

En 1938, sobre los alfalfares, maizales y establos de la entonces Hacienda de los Morales, comenzó la urbanización de una de las zonas de más renombre de la Ciudad de México: La colonia Polanco.

Aquí se edificaron casas únicas en su tipo. Se trataba de construcciones de estilo colonial-californiano. Esta corriente era la fusión del uso de la cantera labrada de estilo colonial mexicano con las formas y los espacios de las casas norteamericanas que se realizaban en California durante los años 30.

De ahí surge la importancia arquitectónica de Polanco y su carácter tan claro a diferencia de otras zonas de la Ciudad. Durante años, la arquitectura de Polanco fue homogénea. Era como una especie de casas de campo insertadas en la ciudad, justo entre los pastizales y el bosque.

Todas las casas de esta zona presentaban torres de volúmenes cilíndricos rematados con techos de teja, balcones y terrazas con herrería, jardines amplios alrededor, pórticos y escalinatas de grandes dimensiones.

En ocasiones, se observaban construcciones con detalles barrocos. Todas estas características serían, en resumen, la clásica imagen de la arquitectura de Polanco.

Recorrer la colonia Polanco es vivir parte de la historia. Es adentrarse en la época de auge de la Ciudad. Es remontarse a la Segunda Guerra Mundial y a la llegada de miles de inmigrantes judíos que encontraron cabida en una sociedad mexicana en pleno desarrollo.

Desde entonces, como cada zona de la Ciudad de México, Polanco tiene un carácter único representado a través de su arquitectura y de sus habitantes.

Pasado Esplendoroso

El proyecto de la colonia Polanco, que surgió pocos años después del crecimiento de la Hipódromo, estuvo a cargo de Raúl Basurto y José de la Lama, responsables del desarrollo de ambos fraccionamientos.

Al hablar de Polanco es sorprendente adentrarse en la historia de una zona tan reciente que invita a constatar cómo es que las cosas cambian tan rápido y cómo es que en tan poco tiempo el espacio se vuelve irreconocible.

Por ejemplo, hace 64 años, las avenidas de Homero y de Horacio eran apenas los caminos de tierra que limitaban cada sembradío de maíz. La Avenida Masaryk era el camino principal a La Hacienda de los Morales, conocida entonces como la Avenida de la Piedra Redonda, y, sobre la calle de Arquímedes, antes Avenida del Paredón, tan sólo había establos.

En Campos Elíseos, hoy una de las avenidas más caras y exclusivas de la Ciudad, estaba el cauce del río que limitaba y regaba los campos de La Hacienda. Este río, que cruzaba por la colonia Anzures...

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