DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / ¿Qué celebramos?

AutorCatón

Cierto sociólogo hacía un estudio sobre el bilingüismo, o sea el uso de dos lenguas en un mismo territorio. Le preguntó a un señor: "¿Qué piensa usted del bilingüismo?" "Me parece muy bien -respondió el interrogado-, si los dos miembros de la pareja están de acuerdo en practicarlo"... Terminado el acto amoroso en la habitación del discreto motelito, Dulciflor se dirigió con anheloso acento a Libidiano: "¿Me harás el amor así, con esta misma pasión, cuando nos casemos?" "Supongo que sí -replicó displicente el ardiondo galán-. Hacerlo con una mujer casada siempre me excita mucho"... Hay una pregunta que me inquieta: ¿tiene madre la Constitución? Espero que la tenga, pues entonces podré decir en tono contundente: "Tantas reformas ha sufrido la Constitución que no la reconocería ni la madre que la parió". Por verdadera esa frase merece ser inscrita, si no en bronce eterno o mármol duradero, sí por lo menos en plastilina verde. Mientras las leyes máximas de otros países permanecen ínsitas, impertérritas, impávidas, incólumes e integérrimas, la nuestra se mira más parchada y recosida que calzón de pobre. Tantas y tan nimias prescripciones se le han introducido que más que Carta Magna parece ya ley secundaria, o reglamento. Además la Constitución contiene no pocas disposiciones anticonstitucionales, quiero decir violatorias del espíritu original del Constituyente. Y eso no es lo más malo. Lo peor es que la norma fundamental es violada en modo tan sistemático y continuo que ha acabado por ser letra, si no muerta, por lo menos bastante desmayada. ¿Qué celebramos entonces este día? Nada. O, en el mejor de los casos, celebramos la sombra de una sombra. Cualquier ceremonia que en esta fecha se haga será, como la mayoría de los actos oficiales, ocasión hueca, formalismo, mero cumplimiento (de cumplo y miento). Por eso he preguntado si tiene madre la Constitución. Y otra pregunta me hago: ¿cuál es la capital de Dakota del Sur?... Rendida su jornada de ocho horas de trabajo como tenedor de libros, don Astasio se encaminó a su casa. Iba, al igual que Eneas y sus amigos náufragos en el inmortal libro de Virgilio, "inter spemque metumque", entre la esperanza y el miedo (cito de...

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