De política y cosas peores / Plaza de almas

Yo, la verdad, no entiendo con claridad eso del bien y el mal. Admiro mucho a quienes pueden distinguir entre ellos, pues al mal lo miran absolutamente negro, y absolutamente blanco al bien. No es que yo los vea grises a los dos; sé que son muy diferentes uno de otro, pero ambas categorías me resultan bastante complicadas. No tienen la sencillez, digamos, de las altas matemáticas, que pertenecen al mundo de lo exacto, y cuyos problemas admiten una sola solución. La cuestión del bien y el mal, en cambio, presenta más dificultades. Consideren ustedes, por ejemplo, el caso de este muchacho de provincia que fue a estudiar a la Ciudad de México. Su padre le hizo una recomendación: "Cuídate de los rateros. Los del Distrito Federal son capaces de robarte los calcetines sin quitarte los zapatos". Su mamá, por su parte, le pidió encarecidamente: "No vayas a ir con las mujeres malas". Abroquelado con esas sabias prevenciones el joven llegó a la capital y empezó a vivir la metódica vida de estudiante. Tal método se interrumpió una noche. Diré por qué, y cómo. Cierto sábado en la noche entró en un bar, pues acababa de cobrar el giro de la mensualidad que le enviaban de su casa. Sufría penas de nostalgia, y quiso disiparlas con una copa o dos. Ni una más, se prometió, pues eso era ya disipación. En el bar lo abordó una dama muy agradable, muy atenta, que le preguntó de dónde era y qué hacía ahí tan solito. Él, ya con dos copas encima, le confió sus cuitas de estudiante solitario. Le invitó una copa, y bebió con ella tres o cuatro más -¿o fueron cinco o seis?-, hasta que se sintió ya muy tomado y no quiso beber más. Entonces ella le sugirió que fueran a otra parte a continuar la plática. Sacó él su cartera para pagar la cuenta, y la mujer, con ojos diestros, la vio muy bien nutrida. El lugar a donde lo llevó para seguir la plática fue su departamento. Ahí bebieron otras dos copas -¿o fueron cuatro o tres?-, y luego la anfitriona lo llevó a la cama. A pesar de lo tomado sucedió lo que en tales ocasiones suele suceder. Tras de lo sucedido ella le dijo: "Ya es muy tarde para que te vayas. Quédate a dormir"...

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