DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Plaza de almas

AutorCatón

Debería haber un historiador que contara la historia de la gente sin historia. Los hombres y mujeres que no tienen nombre son quienes verdaderamente construyen la historia. Mientras los grandes personajes dicen que 300 siglos os contemplan desde estas pirámides, o -más modestamente- que si hubiera parque no estaría usted aquí, ellos, los héroes innominados, hacen el pan, la silla, los zapatos. Sus vidas forman el grande y silencioso río de la vida, ése por el que ahora tú y yo vamos navegando. Toma, por ejemplo, a esta nana mía. Era pequeña de cuerpo, y delgada como una espiga. Parecía una niña que tuviera mucha edad. En las tardes, a la hora de la siesta, juntaba dos sillas y se acostaba en ellas, acurrucadita, y dormía hasta que la casa volvía a despertar para la merienda. Me arrullaba con cantos de la iglesia. Por ella los aprendí; por ella los recuerdo ahora que no los canta nadie ya: "Altísimo Señor, / que supisteis juntar / a un tiempo en el altar / ser cordero y pastor...". Estaba yo con mi nana aquella tarde en que de pronto oímos un estruendo sordo. Se había caído la cúpula del templo de San Juan Nepomuceno. Dijo ella: "¡Alabado sea Dios!" Salimos a la puerta y vimos que venían Lucita y Mariquita López, más temblorosas que nunca, más pálidas que siempre. Nos contaron que iban llegando ya a la iglesia cuando vieron que la cúpula se venía abajo. "Un momentito más y...". Los vestidos de las ancianas señoritas, sempiternamente de luto, estaban grises por el polvo que levantó el derrumbe... En la familia se contaban cosas de mi nana que yo no comprendía. Se la robó un jefe revolucionario, en la villa de General Cepeda, cuando ella no cumplía aún los 14 años. Su familia la vio irse como se ve a un papel arrastrado por el viento. Fueron todos a la estación del tren a despedirla. Ella los miró a lo lejos, y con sonrisa triste les dijo adiós con la mano desde la ventanilla del vagón. Su papá le habló con voz sorda a su mujer, que lloraba sin hacer ruido: "Mejor hubiéranos tenido puros hombres". Regresó a los dos años, con un niño en los brazos. Tocó a la puerta de su casa, como una extraña, y cuando su madre abrió ella se arrodilló en la acera para...

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