DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Plaza de almas

AutorCatón

"¿Por qué se mueren los niños?" El viajero escuchó esa pregunta hace más de medio siglo -es decir hace siglos-, y ni los años ni los libros le han dado la respuesta. Las preguntas de Job no se pueden contestar. Es joven el viajero. Los fines de semana toma su maletín -en aquel tiempo no existían las mochilas tan en uso ahora- y se va a conocer México. Quizá en verdad va a conocerse a sí mismo, cosa que finalmente hace aquel que viaja. Él va por el camino pidiendo "aventón" a los automovilistas. Es estudiante, lo cual equivale a no traer dinero en el bolsillo, y sólo así puede viajar. En esos viajes aprende más que en la universidad. Si supiera escribir escribiría de aquel amable viejo que lo llevó una vez de Puebla a la Ciudad de México. Tendría 80 años, y era zapatero; hacía calzado especial para personas que tenían más corta una pierna que la otra. Cuando se detuvo para que el estudiante subiera a su automóvil -un venerable forcito- le hizo dos advertencias. La primera: "Manejo muy despacio. Nunca paso de 80 kilómetros por hora". La segunda: "Llego siempre a una fondita a la orilla de la carretera, y ahí me quedo un rato. Tendrá usted qué esperarme". El viajero sabe viajar: no tiene nunca prisa, y las esperas no lo desesperan. Así, sube al cochecito. El anciano le cuenta su vida. Una de las cosas que el viajero ha aprendido es que toda la gente está ansiosa de contarle su vida a alguien, sobre todo si es un desconocido. Por eso también -porque jamás se volverán a ver- el señor le revela al estudiante por qué llega siempre a esa fondita a la orilla de la carretera. "La dueña es muy mi amiga -le dice-. Nos vamos a su cuarto y nos acostamos en su cama. Usted entenderá que ya no le hago nada. Yo ni siquiera me desvisto, y ella nomás de la cintura para arriba. Tiene unas tetas fabulosas, joven. Se me sienta encima, y así me estoy una hora, como un becerrito. El paraíso, joven; el paraíso". El viajero, que por ser joven no sabe nada de la vida, sabe ahora que en el hombre no se acaba nunca el deseo por la mujer, o la nostalgia de ella. Y es que la mujer es la vida, o la nostalgia de ella. Ha transcurrido un mes. Ahora el viajero se dirige a Acapulco. Va en el camión de un camionero que lleva una carga de maíz. Es medianoche ya, y pasan por un lugar cercano a Tierra Colorada. Dice el hombre: "Voy a saludar a unos compadres que tienen angelito". El...

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