DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Negocios rentables

AutorCatón

Se jubiló don Geroncio, y sus compañeros y compañeras de oficina le organizaron una fiesta de despedida en una quinta campestre. Pasada la medianoche, compañeros y compañeras empezaron a acompañarse mutuamente en uniones pasionales al amparo de las sombras nocturnas. Don Geroncio fue al pipisrum, y ahí le habló con enconado enojo a su abatida parte. Le dijo, rencoroso: "¡Indeja! ¡Tú también estarías disfrutando si no te hubieras jubilado antes que yo!"... En la reunión social le dijo un tipo a otro: "No sabía que tu esposa fuera tan alta". "En realidad es bajita -contesta el individuo-, pero cada vez que se pone la faja se aprieta tanto que aumenta 20 centímetros de estatura"... Citar el dicho es obvio, pero obligado. "Éramos muchos y parió la abuela". Hasta hace poco tiempo los dos únicos negocios rentables en México eran los table dances y los partidos políticos. Ahora, con las restricciones impuestas por gobernantes que hacen caso a gente con buena intención, pero bastante despistada, los giros llamados negros se las están viendo nigérrimas, y el único buen negocio que queda es el de los partidos. Teníamos siete, y de la noche a la mañana -como el jocoque- los contribuyentes amanecimos con la gravosa obligación de mantener otros tres. Diez partidos tenemos ya. ¡Y pensar que hay países, como Estados Unidos, que tienen solamente dos! Seguramente estamos en bonanza, y somos un país boyante, con más partidos que las naciones desarrolladas. Estamos ganando además la lucha contra el desempleo, pues cada partido da origen a una nutrida burocracia que engrosa las filas de esa desmesurada clase política que pesa onerosamente sobre nuestra economía. Voy averiguar cuánto cuesta un boleto -de ida, solamente- a Timbuctú... El severo progenitor se enteró de que su hija había sido embarazada por el hijo del vecino. "¡Infame seductor! -clamó furioso-. Pero dejaré de llamarme como me llamo (Nota: se llamaba Leovigildo) si no lo obligo a que te devuelva tu honor!" "Pero, papá -se preocupó la muchacha-, si lo obligas a que me devuelva...

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