DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Legataria

AutorCatón

La mujer es mujer desde que es niña. El hombre es niño siempre, aunque sea viejo ya. Rosilita contaba 6 añitos. Una tía suya le preguntó por broma: "¿Tienes novio?". "Sí -contestó muy segura la pequeña-. Es Pepito". Poco después llegó el chiquillo. Le dijo la tía, sonriendo: "Tú eres el novio de Rosilita, ¿verdad?". "¡Ni loco! -respondió enojado Pepito-. Yo no tengo novia". Y se fue, encalabrinado. Rosilita le dice entonces a su tía con tono de conmiseración: "¡Pobrecitos los hombres! ¡Ellos son los últimos que se enteran!"... Murió don Salacio, viejo ricachón y rabo verde. El notario que dio fe de su última voluntad hizo llamar a la secretaria del lascivo y adinerado carcamal y le informó: "Me permití llamarla, señorita Nalgarina, porque es usted una de las legatarias de don Salacio". "¡Oh, no, licenciado! -protestó la muchacha-. Es cierto que pasé varios fines de semana con él en Acapulco, pero nunca fui eso que usted dice"... Se conocieron en el bar. Ella era mujer fácil de cuerpo, según la expresiva expresión del clásico; él era amigo del bureo, el chocarreo, el cachondeo, el regodeo, el candongueo y el vergueo, que sin perdón de nadie así llama el diccionario de la Academia al escándalo o desorden. Convinieron en pasar juntos la noche, y se refocilaron competentemente hasta quedar dormidos por la fatiga que viene después del amoroso espasmo, esa pequeña muerte que dijo Maupassant. Al despertar por la mañana ella le preguntó a su lúbrico amador: "Dime, Libidiano: después de lo sucedido anoche ¿me respetarás?". Contestó él: "Sólo si no me cobras". (Creo advertir que a más de lúbrico Libidiano era cachuchero. Así se llama en lengua de truhanes a quien disfruta el trato de las meretrices sin pagar por él)... En cierto exclusivo club se celebraba un baile. Era una noche sin vanidad de luna, quiero decir oscura, y el vigilante hacía su acostumbrada ronda por el campo de golf. De pronto escuchó acezos, jadeos y ayes contenidos. Fue hacia el lugar de donde provenían aquellos ruidos sospechosos, y dirigió hacia el sitio el haz...

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