De política y cosas peores / Inconformidad

El recién casado llegó de su luna de miel en estado de franca extenuación. Se le veía exangüe y agotado, feble, cuculmeque, excullado y esturdido, a punto casi de trocir. Le preguntó un amigo: "¿Por qué te ves tan jodido?" (¡Caón, y yo poniendo "feble, cuculmeque, excullado y esturdido, a punto casi de trocir"!) Respondió el lacerado: "Es que mi novia trabaja en una guardería, y en la luna de miel al terminar cada acto de amor me daba palmaditas en la espalda para que repitiera"... Sonó el teléfono del manicomio y se escuchó una voz: "¿Hay alguien en el cuarto 132?" Después de investigar respondió el encargado: "No, no hay nadie". "¡Fantástico! -exclamó el que llamaba-. ¡Eso significa que realmente me escapé!" (One flew over the cuckoo's nest)... El cangrejo cortejaba a la langostita. Un día llegó a la casa de su dulcinea caminando hacia adelante. Comentó mamá langosta con voz áspera: "¡Otra vez viene borracho!"... La verdad es que los habitantes del Distrito Federal, ricos y pobres por igual, están hartos ya de las marchas, demostraciones, bloqueos, plantones, mítines y manifestaciones que impiden el libre tránsito en la Ciudad de México y someten a sus habitantes a toda suerte de inconvenientes y molestias. Se tacha de fascistas a quienes piden con razón reglamentar esas acciones de modo que no vulneren los legítimos derechos de los ciudadanos, pero quienes realmente caen en fascismo son aquellos que imponen su violencia sobre la población y sus interesados defensores. A veces bastan unas cuantas docenas de individuos e individuas para alterar la vida de centenares de miles de personas. Existe, es cierto, el derecho de protestar, pero existe también el derecho al libre tránsito. Muchas maneras hay de expresar una inconformidad sin causar daño a los demás. Quienes se oponen a la reglamentación de las manifestaciones lo hacen porque ven amenazado un inmoral modus vivendi que consiste en aprovechar esa indebida forma de presión para obtener...

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