De política y cosas peores / El eterno femenino

AutorCatón

De pronto México se puso más hermoso: había llegado Sofía Loren. Ella es La Mujer, así, con mayúsculas. Todas las mujeres son La Mujer, pues en todas reside ese misterio que va con las dadoras de la vida. En Sofía, sin embargo, vive el más hondo prodigio de lo mujeril: la inasible gracia; la belleza que con los ojos puede verse, y aquélla que con los ojos no se ve; la pasión que se oculta a todos y que sólo a unos cuantos se revela; la sonrisa y el paso de tigresa que sabe lo mismo rugir que ronronear. ¿Cuántos años no tiene Sofía Loren? No tiene 80, ni 20 ni 50. Tiene todos los años: es intemporal, y no tiene ninguno: es Sofía. Nunca la he visto, y sin embargo la amo desde que la vi. Amar a la mujer -a La Mujer- es deber de todo hombre dueño de la fuerza que se necesita para rendirse a ella. Yo poseo esa fortaleza; sé entregarme a una mujer atado de pies y manos, y atado también de corazón. Entregarse con los ojos cerrados a una mujer es la única forma de adquirir el derecho a mirarla. En Sofía Loren están todas las mujeres: las que han sido, las que son, las que serán. Transidos nos dejó con su hermosura. Por un instante, tan sólo un solo instante, disipó, simplemente con estar, toda la fealdad. Se fue ya, pero aquí estará por siempre... Don Astasio llegó a su casa después de cumplir su jornada como tenedor de libros. Colgó en la percha su saco, su sombrero y la bufanda que usaba aun en los días de calor canicular, y luego se dirigió a su alcoba para tenderse en la cama unos minutos. No pudo hacer tal cosa: el lecho estaba ocupado por su consorte, doña Facilisa. Se me dirá que don Astasio pudo acostarse junto a ella, en el otro lado de la cama, pero ahí se hallaba un individuo desconocido para él. Para él, digo, pues la señora daba trazas de conocerlo bien, a juzgar por las expresiones con que lo designaba. Le decía "papacito", "negro santo" y "cochototas". (Ignoro el significado de este último vocablo, que no encontré en el lexicón de la Academia). Al ver a su mujer en tan ilícito connubio don Astasio fue hacia el chifonier donde guardaba la libreta en la cual solía anotar dicterios para enrostrar en esos casos a la liviana...

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