DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Desmarcarse

AutorCatón

Éramos muchos y parió la abuela. Para contribuir a la confusión general reaparece el Subcomandante Marcos, con caballo, pasamontañas, pipa y todo. Ya no es el mismo de antes. Mejor dicho: ya no es. Incluso los despistados que antes fueron sus embelesados adoradores -y adoradoras- encuentran difícil ahora seguir creyendo en él. Sus proclamas con humos literarios naufragaron en la cursilería. Sus egocéntricos desplantes no sirvieron sino para hacer más difícil aún la situación de aquellos a quienes con actitud paternalista de hombre blanco decía ayudar. Lo mejor que Marcos puede hacer ahora es desmarcarse, vale decir apartarse de los indígenas; dejar que cobren -que recobren- su personalidad y la dirección de sus asuntos; desaparecer, pero de veras; seguir viviendo sólo en el monito a caballito que los turistas compran. Es mejor acabar en mito que en mitote... La comadre Tetina, lo que sea de cada quien, estaba todavía en buenas carnes. El compadre Afrodisio, por su parte, era lascivo, concupiscente y lúbrico. Un día le dijo él: "-Comadrita: usted me inspira ignívomo deseo. Cuando la miro vuelven a mí los rijos de la juventud, y un torrente encendido de pasión corre por mis venas, sobre todo por la mesentérica, la safena y la radial. Noche y día fantaseo con usted. Sueño en recorrer todo su cuerpo con mis manos, mis labios y mi lengua, aunque no sea necesariamente en ese orden, sin dejar que un solo centímetro de sus túrgidas morbideces y sus más íntimos encantos escape a mis caricias, mis besos y mis voraces tactos apicales. Si me transporta usted al culmen de la felicidad permitiéndome que haga eso pondré en sus manos, a modo de expresiva gratitud, la suma de 10 mil dólares en efectivo. No tome a mal mi oferta, se lo ruego, aunque parezca pragmática en extremo, y aun venal: entre los múltiples idiomas que los hombres hablan, el más comprensible es el del dinero. Todo mundo lo entiende". No dejó de sorprenderse la comadre por el súbito ofrecimiento de Afrodisio, aunque -mujer al fin- se había percatado ya de los impulsos de libídine que provocaba en su compadre. Las miradas traicionan, usted sabe. Quiso indignarse, o al menos fingir indignación, que más o menos viene a ser lo mismo, pero no pudo hacerlo: la verde visión de aquellos...

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