DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Desinterés

AutorCatón

Don Astasio llegó a su casa y encontró a su esposa, doña Facilisa, entrepiernada en el lecho conyugal con un desconocido. Desconocido para don Astasio, quiero decir, pues por su parte doña Facilisa daba muestras de conocer bien al individuo, a juzgar por la forma en que se dirigía a él: le decía "rey santo", "prieto lindo" y "papasote", entre otras parecidas expresiones no de cariño, sino de arrebato lúbrico. El lacerado señor colgó en el perchero del pasillo el sombrero, el saco y la bufanda que usaba aun en los días de calor canicular, y marmoteando pesias se dirigió hacia el chifonier donde guardaba una libreta en la cual anotaba voces de invectiva para enrostrar a su mujer en tales ocasiones. Volvió a la alcoba y le dijo: "¡Tepalcuana!" Doña Facilisa le preguntó: "¿Qué significa eso?" Y esperó la respuesta sin perder el compás de sus meneos eróticos. Todo se podrá decir de la señora, menos que carecía de ritmo. "Tal pregunta debería hacértela yo a ti -repuso don Astasio-. ¿Qué significa esto? Pero una de las obras de misericordia que el buen padre Ripalda enuncia en su olvidado catecismo es aquella de 'Enseñar al que no sabe'. Te explicaré, entonces, el origen de la palabra 'tepalcuana'. Viene del náuhatl, y se aplica a la persona que come vorazmente, seguramente por tener hambre. La voz viene de 'tepalcatl', pedazo de barro, y 'cuani', el que come. Tan hambriento está que devora hasta los tepalcates o trastos de la cocina. En cierta ocasión el fiel cronista que algún día escribirá esta historia se hallaba en la cocina de su su casa en el Potrero, almorzando un rico plato campesino de cebolla en salsa. Tan delicioso estaba ese manjar que el cronista, a quien le sirvieron el guiso en un plato que tenía pintado un pájaro en el fondo, rebañaba afanosamente el condumio con un trozo de pan, para no dejar nada en el plato. Don Abundio, el viejo cuidador del rancho, le dijo con sorna al goloso comensal: "¡Le va a borrar usted el pajarito al plato, licenciado!" Pero advierto que me aparto del relato. Vuelvo a él. 'Tepalcuana' llamaban los aztecas también a la manceba o concubina de un varón, seguramente porque lo devoraba, ya sacándole hasta la última gota del líquido seminal, ya dejándolo en la ruina. ¡Qué galano saber hay en las etimologías!" Así le dijo don Astasio a su mujer, y añadió...

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