DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Conocer México

AutorCatón

El novio y la novia se abrazaban y besaban apasionadamente en el parque al amparo de las cómplices sombras de la noche. Él le preguntó a ella: "-¿Por qué bajas la mirada cada vez que te digo que me vuelves loco?". Respondió la muchacha: "-Para ver si es cierto". (No le entendí)... El anheloso galán le propuso a su dulcinea: "-Hagamos el amor". "-Vehemencio -acotó ella-: falta sólo una semana para que nos casemos". Replicó el muchacho: "-Es que se me va a hacer muy larga". Y replicó, feliz, la chica: "-¡Pues mejor!". (Tampoco le entendí)... Doña Panoplia de Altopedo, señora de buena sociedad, mujer fatua y pretenciosa, visitó con sus amigas el zoológico, y exigió que el director las atendiera personalmente. En el curso del recorrido lo asediaba con toda clase de impertinentes preguntas sobre los animales. "-El hipopótamo -inquirió- ¿es macho?". Harto ya, le respondió el hombre: "-¿A qué esa pregunta, señora? ¿Acaso quiere usted ser la hembra?". (Y ciertamente daba la medida)... Al final de esta columnejilla viene un relato de color subido. Las personas con escrúpulos morales no deberían leerlo... México es mágico. Aquí la más fantástica fantasía puede ser verdad, y la que parece realidad más real termina en espejismo. El pueblo es dueño al mismo tiempo de la verdad y la imaginación. Los hombres que están arriba mienten -el poder y el dinero hacen mentir- y son ciegos: nada más lo que existe pueden ver. El pueblo, en cambio, sueña, cree y dice la verdad, cosas las tres propias de niños. Aprendí en un viaje por Tehuantepec que hubo en tierras surianas una lengua de indios que sólo podía hablarse cuando había luz, ya de sol, ya de hoguera. Esa lengua se valía al mismo tiempo de palabras y señas: un vocablo acompañado por cierto ademán tenía un significado; si llevaba otro quería decir cosa bien distinta. Así, sólo se podía entender al hablante si se le veía. Ya desapareció esa lengua, pero existió en verdad. He ahí una de las muchas cosas de magia que he encontrado en este mágico país. ¿Por qué no lo amamos más? Porque no lo conocemos. Viajamos por países remotos antes que por el nuestro. Muchos jóvenes de hoy conocen Dubái, por ejemplo, pero no han ido nunca a Oaxaca o Veracruz. Si conociéramos más a México lo amaríamos...

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