DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Las borregas

AutorCatón

Don Hamponio, encallecido delincuente, escapó de la cárcel, y recatándose a todas las miradas logró llegar hasta su casa. Al entrar en la recámara -¡oh sorpresa!- vio a su mujer en brazos de otro hombre. Eso lo dejó sin habla, tanto que apenas acertó a decir: "¡Inverecunda, descarada, procaz, desfachatada, impúdica, grosera, descocada, falaz, disimulada, infiel, amancebada, perjura, abarraganada, desvergonzada, traidora, baja y ruin!" "Tú tienes la culpa, Hamponio -respondió la señora con gemebundo acento-. La próxima vez avísame cuando te vayas a escapar"... El Padre Arsilio, cura de aldea, tenía un feligrés que jamás iba a misa los domingos. Lo buscó un día en su casa y le preguntó por qué. "Señor cura -explicó el hombre-, tengo mis borregas. No las puedo descuidar, por eso no voy nunca a la iglesia". "Mañana es fiesta de guardar -le dijo don Arsilio-. Te espero en misa; no vayas a faltar". Inquieto, preguntó el campesino: "¿Y mis borregas, Padre?" "Dios cuidará de ellas" -respondió terminante, el sacerdote. En efecto, al día siguiente el pastor se presentó en la iglesia, lo cual alegró mucho al señor cura. Al empezar la misa el Padre Arsilio dijo a sus parroquianos: "Hermanos míos: Dios está aquí". "¡Joder! -exclamó en alta voz el pastor al tiempo que salía apresuradamente de la iglesia-. ¡Ya dejó solas a las borregas!"... Cebiliana era una chica algo gordita, para decirlo con caridad cristiana. Se hizo novia de un galancete totalmente distinto a ella: magro, macilento, amojamado, hético, escuálido, caquéctico y escuchimizado. Quiero decir flaco. (Los opuestos se atraen, reza un principio de filosofía parda. Una nuera de mamá Lata, mi abuela materna, le contó muy preocupada que su hija, bajita de estatura, menudita, se iba a casar con un muchacho de estatura procerosa, tan alto que la niña apenas le llegaba a la cintura. "Anda, hija -la tranquilizó mamá Lata-. Con que los centros se junten, aunque los holanes cuelguen"). Continúo el relato. Contrajeron matrimonio Cebiliana y Tilico, que así se llamaba el escuálido novio. Cuando llegaron al hotel donde pasarían su noche de bodas el encargado les preguntó discretamente si querían dos camas o una sola. "Dos -se adelantó a pedir la novia-. Una individual para él, y una king size para mí". Consternado, Tilico llevó aparte a Cebiliana y le preguntó con...

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