DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Aventuras

AutorCatón

Dos asnos, jumentos o pollinos estaban platicando. Le preguntó uno al otro: "¿Cómo te trata tu dueño?" "Muy mal -respondió éste con pesaroso acento-. Me escatima el pienso; me hace llevar cargas muy pesadas; me da de palos y me obliga a trabajar largas jornadas". Inquirió el primero: "¿Por qué no escapas y te libras de ese cruel amo que tan mal te trata?" Contestó el otro: "Es que tiene una hija muy hermosa". Se asombró el compañero. Preguntó: "¿Y eso qué tiene qué ver?" Explicó el rucio: "La muchacha es de cuerpo complaciente, y gusta de los placeres de la cama. Ha follado con la mitad de los hombres del pueblo (652, según el último dato del INEGI). Hace unos meses oí que le decía a una amiga: 'Cuando me canse de la milonga me buscaré algún burro y me casaré con él'. Estoy esperando que eso suceda"... Lilibel, la hermana de Pepito, charlaba con su novio en la sala de la casa. Empezaron a besarse, y ya se sabe: boca con boca se desboca. De los ósculos pasaron a las caricias íntimas, y de ellas al último deliquio. En él estaban cuando de pronto se les apareció Pepito. Aturrullado, el galán saltó de la otomana que servía de lecho a aquella prematura unión, y tras mal componerse las revueltas ropas sacó de su cartera un billete y lo entregó a Pepito al tiempo que le decía, nervioso: "Toma estos 20 pesos, niño, y no les digas nada a tus papás". "¿Veinte pesos? -se molestó el chiquillo-. ¡Los otros novios de mi hermana me dan 100!"... Himenia Camafría, madura señorita soltera, invitó a merendar en su casa a don Otonio, senescente caballero. Le ofreció una copa de vermú y unas galletas de animalitos. Dijo el visitante: "Beberé el licor que tan amablemente me ha escanciado usted, amiga mía, pero permítame declinar esas galletas. Soy vegetariano radical. Me está vedado por lo tanto comer galletas de animalitos". "Es una pena -lamentó la señorita Himenia-, pues a más de ser sabrosas las galletas de animalitos poseen una larga y hermosa tradición. De niña las comía yo con acompañamiento de una soda colorada, y es fama que le gustaban mucho a don Vicente Lombardo Toledano. Pero en fin, querido amigo. ¿Hay alguna otra cosa que pueda yo ofrecerle? ¿Mi mano, por ejemplo?" Replicó don Otonio: "También en ese punto me veo...

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