DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Almas puras

AutorCatón

Le dijo Babalucas al técnico: "Enciendo el televisor y no se ve nada. ¿A qué se deberá?" Respondió el hombre: "Posiblemente a que no es televisor: es horno de microondas"... La señora, preocupada, le preguntó a su hija Dulciflor: "Tu nuevo novio ¿es un hombre formal?" "Más formal no lo podría encontrar, mamá -respondió ella-. Es muy trabajador, no fuma, no bebe, y ha estado casado 20 años con la misma mujer"... Allá por 1950 Gabriel Figueroa, el genial camarógrafo mexicano, asistió en Hollywood a un almuerzo informal de cineastas. En el curso de la conversación habló de una misteriosa criatura en cuya existencia creían los indígenas que habitaban en las orillas de un lago michoacano. Mitad pez, mitad hombre, ese extraño ser tenía garras en las manos y aletas en los pies; su cuerpo estaba cubierto de escamas, e igual podía estar largo tiempo bajo el agua que caminar sobre la tierra para buscar alimentos o mujer. Un joven guionista norteamericano, William Alland, escuchó esa conseja y escribió un relato que luego sirvió para hacer una película que en español se llamó El Monstruo de la Laguna Negra. El film se convirtió en una película de culto. Ingmar Bergman la consideraba obra maestra. Recuerdo que cuando la vi mis simpatías no estuvieron con los exploradores que buscaban al monstruo, sino con la criatura a la que perseguían. Lo mismo me pasaba en las películas donde salían indios pieles rojas: yo estaba con ellos, y no con la caballería americana. En el caso del llamado monstruo éste vivía feliz en su laguna, sin hacer daño a nadie, y los humanos llegaron a acosarlo con redes, a inficionar las aguas con sustancias tóxicas para obligarlo a salir a la superficie y dispararle con sus rifles. Cuando el monstruo los atacó no hizo sino defenderse. "En el hombre existe mala levadura... -escribió Rubén-. Pero el alma simple de la bestia es pura". Yo pienso ahora en la matanza de las dulces ballenas, de las facundas focas, de los delfines platinados, de los memoriosos elefantes, de los gallardos ciervos; de tantas criaturas, en fin, que habitan esta Arca de Noé que es el...

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