DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Agravios

AutorCatón

Mis cuatro lectores se preguntarán qué voy a decir hoy. (Nota de la redacción: con pena y todo nos vemos obligados a informar que ninguno de los cuatro lectores de nuestro amable colaborador se está preguntando eso. Dos lectoras y dos lectores tiene. La primera se está preguntando si le quedaron bien los rayos que se hizo pintar en el cabello. La segunda querría saber si la lucha tendiente a conseguir la equidad de género ha rendido ya frutos apreciables. De los lectores pertenecientes al sexo masculino uno se pregunta si su guapa vecina, mujer de ubérrimo tetamen y prominente popa, lo admitirá por fin en la tibieza de su lecho, y la interrogación del otro gira en torno de cuál es la capital de Dakota del Sur. Ninguno, entonces, se interesa en saber qué va a decir hoy el columnista. Lamentamos sinceramente tal indiferencia, reflejo de la apatía de la sociedad). Pues bien: ya que nadie me pregunta qué voy a decir hoy tendré que decirlo por mi cuenta: diré qué están haciendo el gobierno y el PRI con los estados de la frontera norte. Antes, sin embargo, narraré algunos chascarrillos a fin de disponer el ánimo de la República para afrontar esa revelación... La señorita Peripalda se presentó en la demarcación de policía de su pueblo y le dijo muy enojada al oficial de guardia: "Alguien arrojó esto a mi jardín". Y así diciendo puso con gesto de asco sobre el mostrador un condón o preservativo, también llamado ángel guardián, paracaídas, don Prudencio, cachirulo, gabardina, bozal o Caperucita en-carnada. El policía le devolvió el artilugio a la piadosa catequista y le indicó amablemente: "Consérvelo usted, señorita Peripalda. Si en tres meses nadie lo reclama, puede quedarse con él"... Doña Panoplia de Altopedo, señora de buena sociedad, le pagó 10 mil pesos a un genealogista para que le averiguara el origen de su familia. Después tuvo que pagarle 20 mil para que no le dijera a nadie de dónde venía su familia... Don Cornulio platicaba con dos de sus amigos en el bar. Dijo uno de ellos, pesaroso: "Sospecho que mi mujer me engaña con un carpintero: encontré un serrucho abajo de la cama". Declara el segundo igualmente dolorido: "Yo pienso que mi esposa me es infiel con un mecánico: debajo de la cama hallé una pinzas". Manifiesta entonces don Cornulio, igualmente...

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