De política y cosas peores / Compensación

AutorCatón

Lord Feebledick llegó a su casa después de la cacería de la zorra. Iba con ánimo desabrido, pues su famoso perro Geeky en vez de perseguir a la presa se dejó atraer por una perra de baja condición social. Eso motivó un comentario desfavorable de sir Dudley Doright, el dueño del coto de caza. Dijo el rico señor: "Mpf". Eso mortificó mucho a lord Feebledick. No terminaron ahí sus cuitas. Al ir a ponerse el smoking para la cena vio frente a la puerta de su alcoba una larga fila formada por empleados y trabajadores de la casa. Diré, por estricto orden de colocación, quiénes hacían la fila: el jardinero, el montero, el cocinero, el camarero, el copero, el repostero, el carpintero y el portero. Se preguntó lord Feebledick por qué esos servidores estaban ahí. Seguramente su esposa, lady Loosebloomers, sabría la respuesta. Grande fue su sorpresa cuando al entrar en el cuarto la vio en ayuntamiento carnal con Wellh Ung, el toroso mancebo encargado de la crianza de los faisanes. "¿Qué es esto? -preguntó furioso. "¡Ay, Feebledick! -respondió ella con tono de impaciencia-. No creo que se te haya olvidado ya lo que es". "Ciertamente no -respondió lord Feebledick-. Mi mala memoria no llega a tal extremo. Pero dime: ¿por qué fornicas así con este hombre, y cuál es la causa de que el resto del personal masculino esté aguardando con sospechosa impaciencia frente a la puerta de la alcoba?" Explicó Lady Loosebloomers: "Los empleados me pidieron una pensión vitalicia, y como no se las concedí me exigieron que les diera al menos una compensación". (¡Caón, están como los magistrados del Tribunal Federal Electoral! Los malos ejemplos cunden)... Don Algón, ejecutivo de empresa, tenía un empleado de nombre Remisio que llegaba tarde al trabajo todos los días, y siempre daba una excusa diferente para justificar su retraso. Una mañana el holgazán llegó más tarde que de costumbre, y don Algón lo llamó a su oficina. "Dígame por qué llegó tarde hoy -le ordenó-. Y ojalá su excusa sea verosímil, pues si me sale con un cuento fantástico lo despediré". "Perdóneme, señor -se disculpó Remisio-. Puse el despertador...

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