De Política y Cosas Peores / Las razones

AutorCatón

Es un gran personaje; es un artista extraordinario. Pero además es un ser humano excepcional, un hombre lleno de nobles sentimientos que va dejando el bien por donde va. Sus resonantes triunfos, el éxito, la fama no le han quitado su sencillez y su bondad. Por eso la gente ha hecho de él un ídolo; es admirado y querido en todas partes. Su nombre está ya junto a los grandes nombres de la música de México: Lara, Curiel, Garrido, José Alfredo, Álvaro Carrillo, Manzanero... Recibí el sábado una llamada telefónica de su representante. Me dijo que aquel genial artista deseaba conocerme. "Es uno de sus cuatro lectores -me dijo-. Me pide que le diga que admira su trabajo. Acaba de leer su libro sobre los abuelitos, y la lectura lo emocionó. Lo invita a desayunar mañana en Monterrey; quiere platicar con usted". ¡Qué maravilla! No podía yo creer lo que escuchaba. ¿Cómo era posible que un artista con esa grandeza mostrara interés en conocerme? ¿Cómo se había dado tiempo, en medio de todos sus afanes de estrella primerísima del espectáculo, de espléndido creador, para leer mi libro De abuelitas, abuelitos y otros ángeles benditos? Aquella invitación era algo extraordinario para mí: era una distinción, un privilegio, una condecoración. Pensé que millones de hombres y mujeres en México, en Estados Unidos, en toda América Latina, en España, en el mundo, lo habrían dejado todo para ir a conocer de cerca a aquel inmenso artista; a aquel personaje a quien la adoración de sus fanáticos sigue a todas partes; a aquel hombre de generoso corazón que tanto bien ha hecho a tanta gente, y que por su talento de artista consagrado ocupa ya uno de los más altos sitiales en la historia de la música mexicana. Y sin embargo, señoras y señores, he aquí que yo decliné su invitación. Quienes de esto se enteren, lo sé bien, pondrán el grito en el cielo, en la tierra y en todo lugar; me calificarán con los más denostosos adjetivos. Y estarán en lo cierto. Sentí en el alma no poder asistir a ese desayuno, y más porque quizá la vida no me dará ya...

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