El Poeta En Su Tierra

AutorBraulio Peralta
Páginas163-179
Es 31 de marzo de 1994:
Octavio Paz cumple 80 años. ¿Para qué presentarlo? Acaso decir que vive
intensamente el proceso de una entrevista: una forma de corroborar sus
ideas y sujetarse a todo tipo de interrogaciones. Nada lo descarta: la
pregunta más tonta brinda la oportunidad de saber sobre sus juegos de
infancia y su posición frente a la muerte. Poesía y política, revolución e
ideologías, comunismo y capitalismo, izquierda y derecha; Chiapas,
México y Colosio son los temas de esta larga conversación, en donde las
respuestas son sugerentes, claves para conocer al poeta en su tierra.
—¿Qué marcó primero a Octavio Paz, la poesía o la política?
—Nací el 31 de marzo de 1914, el año en que estalla la primera gran
guerra y, en México, el año de la ocupación norteamericana de Veracruz,
la caída de Huerta y la gran división de los revolucionarios triunfantes.
Desde la época de la Intervención francesa y el Imperio hasta los años
de la Revolución, la vida privada de mi familia paterna se confundió con
la vida pública de México. La política es lucha por el poder pero, asimis -
mo, es lucha de ideas. Mi familia era liberal y las divinidades tutelares de
la casa eran los héroes del liberalismo y los grandes revolucionarios fran-
ceses... Yo nací entre libros. Uno de mis grandes placeres era hojear, con
un primo, los gruesos volúmenes de historia de mi abuelo y detenernos
en sus estampas: la toma de Jerusalén por los cruzados, el suplicio de
Cuauhtémoc, el Juramento del Juego de Pelota, la batalla de Trafalgar...
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EL POETA EN SU TIERRA
Nuestros juegos infantiles eran mojigangas heroicas: los duelos de
D’Artagnan, las cabalgatas del Cid, la lámpara de Aladino o las hazañas
en las praderas del Oeste de Búfalo Bill. El amor a lo maravilloso mueve
a los niños. Y lo maravilloso, para nosotros, era sobre todo la acción.
La historia es también acción y por esto los juegos infantiles, sin excluir
a los juegos eróticos, son el comienzo, el prólogo de la historia. Muchos
años después, en Pasado en claro, al recordar los juegos de mi niñez, en-
contré en ellos una profecía de mi pasión por la historia y por la política.
Como la historia, el juego infantil es una acción cuyo sentido último se
nos escapa. Quizá la historia, como el juego, es aprender a morir, una
escenificación o una alegoría de la muerte.
Y yo en la muerte descubrí al lenguaje:
El universo habla solo
pero los hombres hablan con los hombres:
hay historia. Guillermo, Alfonso, Emilio:
el corral de los juegos era historia
y era historia jugar a morir juntos.
(Pasado en claro)
—Es una visión negra del juego de los niños y de la historia.
—Negra y luminosa. La historia es el lugar de prueba de los hom-
bres. No sabemos a ciencia cierta cuál es su significado pero en la his-
toria —es decir, en la vida en común— el hombre se realiza en lo más
alto: la camaradería, la fraternidad, la acción colectiva, el sacrificio. La
vida humana —cualquier vida— es historia pues la vivimos frente,
entre, contra y con los otros. Y la vida hay que vivirla... El juego infantil
es una acción ficticia que nos enseña a vivir y a morir. Parece extraño
que, al hablar de historia y de política, hable del juego infantil. Extraño y
natural. El juego es misterioso: es una acción imaginaria y que, para los
jugadores, es profundamente real. Es una representación y es una ini-
ciación... En resumen: la época en que nací y en la que me formé, así
como mi tradición familiar, explican en buena parte mi pasión por la
EL POETA EN SU TIERRA. DIÁLOGOS CON OCTAVIO PAZ
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