Una poeta entregada al 'canto' de la vida

AutorErika P. Bucio y con información de Yanireth Israde

El viernes pasado, la poeta Dolores Castro (1923-2022) estuvo por la mañana en el CCH Naucalpan, rodeada de jóvenes. Les leyó un poema y los invitó a seguir andando con cariño por la vida.

Era fiel a la idea de no claudicar; decía que cuanto más vivía, más le gustaba la vida. "Una va envejeciendo y va dejando pieles como víbora, pero por dentro no se envejece", aseguraba. Y conservaba la lucidez y su privilegiada memoria.

Ayer, a pocos días de cumplir 99 años, el 12 de abril, falleció. Su deceso se produjo a las 8:30 horas en el hospital donde fue internada por un malestar relacionado con las vías biliares, según informó su hija Dolores Peñalosa.

La escritora, Premio Nacional de Artes 2014, dejó dispuesto que sus restos reposaran en el Nuevo Panteón Jardín, junto a los de su marido, el también poeta y periodista Javier Peñalosa, al que le escribió una elegía tras su muerte, en 1977: "Me cerraron la boca de los días, / ahora son enormes y callados. / Atropellados como piedras sueltas / entre las patas de los caballos".

Con Rosario Castellanos, amiga desde la juventud y compañera de generación, discutía sobre la vocación en el Greyhound que las trajo de regreso de Nueva York tras una estancia en el extranjero; habían estudiado en la Complutense de Madrid y se habían reunido con Gabriela Mistral en Europa.

Castellanos creía en que había que sacrificarlo todo por la vocación, pero Castro contestaba que la vida era muy importante. Eligió por camino, precisamente, "vivir y contar".

Publicó su primer poema, El corazón transfigurado (1949), en una plaqueta editada por la Revista América, donde expresó: "Porque el amor es el cantar del viento / que en un desorbitado remolino / muestra su corazón de polvo y fuego".

Cuando lo escribió, tenía una gran necesidad de expresión, volcada "en una especie de borbotones emotivos".

"Había experimentado amor y desamor, como toda joven, pero además una enfermedad más o menos grave: fiebre tifoidea durante casi más de un mes. Cuando convalecí, experimenté un gran deseo de vivir con mayor intensidad", escribió Castro.

Estudiosa de su obra, Alessandra Luiselli encuentra que esos versos definen mejor que las palabras de ningún estudioso de su obra aquello que caracteriza su poesía: "El dolor que inevitablemente se experimenta al amar".

"Quise en este poema expresar los orígenes, el dolor y su transfiguración y se me atropellaban las imágenes queriendo brotar todas al mismo tiempo. Quizás en ese poema está cuanto he querido decir en toda mi obra posterior", escribió Castro en el preámbulo a la edición bilingüe del poemario, pero ya con la distancia de ser una mujer de 89 años.

Luiselli, en...

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