'Mi poesía no es de escritorio'

AutorErika P. Bucio

En su primer poema, escrito a los 14 años, Elsa Cross (CDMX, 1946) traslucía una crisis adolescente al hablar de la muerte con un estilo que ahora juzga como "heredero de un romanticismo trasnochado".

La muerte la tenía en la cabeza, algo que puede ser bastante común a esa edad aunque se pase por alto, dice la poeta al remontarse a una época de su vida cuando soñaba con unirse a una brigada de alfabetización en Cuba o irse a un kibbutz en Israel.

A la isla sabía que no la dejarían ir y tampoco era de familia judía. Ella quería estar en contacto con otros jóvenes y hacer algo que valiera la pena, "no estar en la tontería de las niñas de 15 años" que no soportaba.

Una rebelde, lo era tanto que su madre, que nunca supo qué hacer con ella, le dijo mientras la peinaba de niña: "Hasta tu pelo es rebelde".

Cross leía muchísimo desde entonces, se fascinó con la mitología a punto de entrar en la adolescencia, por eso aquel primer poema empezaba: "Apolo ha concluido su jornada...".

Tuvo contacto con la pintura y la música clásica.

Que no le pregunten cuál fue su piñata de tres años pero recuerda bien los discos de 78 rpm con Pedro y el Lobo de Sergei Prokofiev que recibió como regalo, solo más tarde valoraría que esa grabación de 1948 fuera de Carlos Chávez y narrado por el poeta Carlos Pellicer.

"Estuve en una crisis existencial permanente de los 15 a los 30 años, eso fue lo que me impulsó cuando tenía 18 a estudiar Filosofía y no Letras. No me interesaba destripar poemas ni analizarlos, creo que le habría hecho daño a mi propia poesía estar viendo esas disecciones.

"Yo prefiero oír y sentir poemas como una unidad que ver de qué está compuesto, qué ingredientes tiene, cuánto se le pone o se le quita", responde en videoentrevista desde su casa en Cuernavaca.

Sin embargo, ataja, analiza mucho su poesía antes de publicarla.

Con La dama de la torre (1972) consiguió ser la primera mujer en publicar en la prestigiosa colección Las dos orillas de Joaquín Mortiz para disgusto de algunos poetas, según se enteró después. "Se tuvieron que aguantar, aunque era muy joven".

Llamó "Nigredo" a una de las secciones de ese poemario, nombre que corresponde a una fase de la alquimia, una fase de disolución en que la materia debe corromperse antes de que surja otra cosa.

La poesía es una suerte de alquimia, concede la escritora. "Y también creo que puede ser un reflejo fiel de la propia alquimia interior, de los propios procesos de los que muchas veces no somos...

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