Pobreza y exclusión
Autor | Laura Collin Harguindeguy y Félix Cadena Barquín |
Páginas | 323-349 |
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Pobreza y exclusión
Laura Collin Harguindeguy* y Félix Cadena Barquín**
* Profesora investigadora de El Colegio de Tlaxcala, A. C. Doctora en antropología, coordinadora del posgrado en Gobier-
no, Gestión y Democracia.
** Profesor investigador de El Colegio de Tlaxcala, doctorante por la Universidad de Lovaina.
Hablar hoy en día del incremento de la pobreza parece una verdad de perogrullo, 50% de la po-
blación mundial se encuentra en condiciones de pobreza. Los resultados perversos de las políticas
aplicadas resultan tan elocuentes que aun algunos de los entonces involucrados en las políticas de
reconversión posteriormente afi rmaron que “La experiencia latinoamericana sugiere que debería-
mos reexaminar, rehacer y ampliar los conocimientos acerca de la economía de desarrollo” (Stiglitz,
1998).3 Efectos no privativos de las sociedades subdesarrolladas o del tercer mundo, la pobreza y la
precariedad, han afectado a todos los países, sólo que en diferentes medidas, mientras que “en los
países industriales ricos —Europa occidental, Estados Unidos— representa más o menos 20% de la
población; en los países emergentes, como por ejemplo la Argentina, está entre 40 y 50%; en Perú y
países similares, está entre 70 y 80%; en países africanos, muchas veces entre 80% y 90%. No se trata
de un grupo marginal” (Touraine, 2000).
En México, esta realidad contundente se disf raza con datos que proclaman éxitos en la disminu-
ción de la pobreza, convenientemente maquillados por la dist ribución de dinero en efectivo por parte
del Programa Oportunidades. Sin embargo, ni los autoelogios ni los reconocimientos internacionales
pueden esconder lo evidente: después de dos décadas (sesenta y setenta) (Calva, 2002) donde efec-
tivamente se logró una disminución de la pobreza, desde que se impuso el neoliberalismo crece de
manera persistente. Pobreza asociada a la falta de oportunidades laborales y sobre todo al desem-
pleo, o desempleo estructural (Dabat, 1994), que en las estadísticas ofi ciales aparece sorprendente-
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mente bajo (cuadro 1) e incluso en disminución,1 desempleo disimulado bajo el manto protector del
crecimiento del sector informal y la creciente migración a los Estados Unidos, pues ni los millones de
migrantes ni los informales aparecen en las estadísticas como personas en busca de empleo.
Cómo se llegó a esa situación de emergencia nacional e internacional. Una parte, la más lacerante,
puede adjudicarse al neoliberalismo y la globalización,2 sin embargo también puede buscarse en las
políticas de desarrollo y modernización, historia de varios fracasos, aún no totalmente asumidos.
Modernización del campo
En el transcurso de múltiples proyectos de desarrollo rural, los extensionistas no se cansaron, ni se can-
san aún de proclamar que los campesinos debían modernizarse, adoptar la tecnifi cación agropecuaria,
agroquímicos, maquinaria agrícola y pasar de su economía de autosubsistencia al monocultivo de
productos para el mercado; debían asimismo lograr dotar de valor agregado a la producción mediante
la integración vertical con las agroindustrias y para ello les proponían diversas fi guras asociativas.
El sistema de la modernización productiva medio funcionó mientras existieron estructuras de
soporte, subsidios a través del crédito (Banrural), precios de garantía, comercializadoras (Conasupo,
Inmecafe, Conafrut), es decir medidas de protección. Al desaparecer los apoyos apareció la triste
realidad, el acceso a los insumos industriales generaba dependencia del crédito y endeudamiento en
los campesinos; los agroquímicos, además de endrogar a los productores, hacerlos dependientes del
crédito y de la necesidad de dinero para la compra de insumos, habían provocado una severa conta-
minación (Oswald, 2002) y el empobrecimiento del suelo (Dabat y Rivera, 1994). Al dedicarse al mo-
nocultivo con la expectativa de poder adquirir los bienes necesarios para la subsistencia con el dinero
obtenido por la venta de sus productos, los campesinos habían abandonado las atrasadas actividades
de autoconsumo y, dado el escaso dinero obtenido por la venta de sus productos, su dieta se había
empobrecido y empeorado la desnutrición. Dependían por tanto del mercado para su subsistencia en
un triple sentido, para adquirir los bienes para su reproducción, los insumos de producción y para
vender sus productos, pero el mercado se regía por reglas muy complicadas. Las formas asociativas
más que el benefi cio colectivo habían generado confl ictos internos, y el benefi cio de unas cuantas y
nuevas formas de caciquismo. Dependiendo del dinero para comprar bienes, y siendo cada vez más
difícil obtenerlos de la venta de su producción agrícola, debieron recurrir a vender el otro bien que
1 Análisis del CEESP (2005) reconocen sin embargo que el repunte en la creación de empleos se explica por las variables
estacionales, y que se trata de trabajos eventuales.
2 Dabat (1994) considera como globalización a los niveles alcanzados en a) comercio internacional; b) empresas multina-
cionales; c) una nueva división internacional del trabajo; d) la revolución en las comunicaciones; e) integración de los
mercados fi nancieros; f) migración internacional, y g) intentos de coordinación permanentes de políticas económicas,
con el resultado del debilitamiento de los mercados nacionales y de la soberanía.
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