Entre la pluma y el teclado

Amnésicos y desintegrados

Sergio Pitol, narrador

Soy muy poco apto para enfrentarme con la tecnología y no me gusta tener irritaciones mientras trabajo. A la computadora, hasta ahora, no la necesito. Sé que es la computadora magnífica, que es un invento extraordinario; que si yo viviera traduciendo libros, por ejemplo, sería utilísima y, desde luego, la emplearía. Pero mi escritura prefiero hacerla a pluma, después la transcribo en mi máquina de escribir y, ya después, las varias etapas de corrección o ampliación siguen otros procedimientos.

He sabido de editores que saben cuando un escritor, que escribía del modo tradicional, pasa a contaminarse con el uso de la computadora. Perciben que el ritmo y la respiración de la prosa es diferente, más vertiginosa y menos intensa, con menos capas interiores; que no importando si el tema es muy elevado o intenso, la densidad de la prosa disminuye.

Algunos autores han regresado a los antiguos métodos, pues se han dado cuenta de que el ritmo de respiración que tenía su escritura se altera. El mismo Umberto Eco, que habló en algún momento de estos avances, volvió a su lápiz, a la mano.

Los jóvenes que comienzan a escribir, los niños que estarán involucrados desde temprano con estos métodos, ya no tendrán ese trauma; aprenderán a respirar con esa medida. Pero lo peligroso es el descuido de la memoria que se ha dado. Algunos creen que ya todo puede quedar dentro del aparato y ya no tienen que recordar nada.

Letras de luz

José Emilio Pacheco, poeta

Cuando me sentaron por primera vez frente a una computadora y me dijeron "escribe", lo único que se me ocurrió...

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