El pleito

Fecha de publicación28 Noviembre 2022
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Por Isaac Katz

Quizás sea porque, como aprendió en primaria, los texanos declararon en 1836 su independencia y Santa Anna, al perder la batalla de San Jacinto, no pudo revertirla y mantener ese territorio como parte de México. Quizás sea por la posterior anexión de Texas a Estados Unidos bajo la presidencia de James Polk, hecho que el gobierno mexicano no reconoció. O tal vez sea por la decisión del presidente estadounidense de declararle la guerra a nuestro país en 1846 como parte de su política de expansión territorial, conflicto que México perdió por lo cual, con la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo, además de reconocer la anexión texana, hubo que cederle a Estados Unidos los actuales territorios de California, Nuevo México, Arizona y partes de lo que en la actualidad son los estados de Colorado, Kansas, Wyoming y Oklahoma; se perdió la mitad del territorio. El mito de Juan Escutia arrojándose del Castillo de Chapultepec envuelto en el lábaro patrio como símbolo de la defensa del honor nacional ante los embates del invasor gringo se le quedó grabado en la mente y sigue siendo causa de resentimiento.

O tal vez sea por el papel que jugó el embajador estadounidense Henry Lane Wilson, quien azuzó a Victoriano Huerta para dar el golpe de estado que derrocó el gobierno de Madero y el establecimiento de la dictadura, lo que dio lugar al inicio de la guerra civil que vivió Mexico entre 1913 y 1916 y que culminó con el triunfo de la facción del Ejercito Constituyente encabezado por Venustiano Carranza.

O posiblemente sea porque, a raíz de la expropiación de la industria petrolera (no el petróleo) que decretó el presidente Cárdenas y el posterior boicot que declararon las empresas estadounidenses a México y a la recién creada empresa Petróleos Mexicanos. Es a raíz de esa expropiación y como mito fundacional que surgió lo que posteriormente se llamaría el “nacionalismo revolucionario”. Idolatra a Cardenas, quien creó un sistema corporativista (perfeccionado después por el PRI) de control político a cambio de prebendas y rentas económicas y que se sustentaba en la posesión gubernamental de empresas monopólicas en sectores arbitrariamente declarados como estratégicos (petróleo y electricidad por ejemplo) más una política económica aislacionista que, infructuosamente y con costos muy elevados, buscaba la autosuficiencia. Es esa corriente nacionalista, impresa en los libros de texto, que tuvo su auge durante la docena trágica...

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