Plaza Pública / Torpeza frente a delincuencia

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

El Presidente de la República no sabe lo que dice. No sólo yerra en el uso del lenguaje sino que, enfrentado a la delincuencia, emite advertencias en vez de realizar acciones. Se refirió a los bandoleros como a quienes "criminalizan" a nuestros jóvenes. Ignora, pues, el significado de criminalizar, que quiere decir atribuir la condición criminal a una conducta. Por ejemplo, en Estados Unidos se busca criminalizar el ingreso de personas sin documentos, es decir se pretende convertir en crimen, en delito castigado por la ley penal una falta administrativa. Lo que las mafias hacen con la juventud es corromperla, degradarla mediante el consumo de los tóxicos con que engordan su negocio.

No importaría mucho que Felipe Calderón fuera, como su antecesor, de habla descuidada. No es irrelevante porque la mala enunciación conduce a la incomunicación. Pero en este caso subrayo que con ese desliz verbal Calderón reveló su creencia de que la recuperación de la seguridad pública se asemeja a un pleito de barriada, en que la bravuconería es parte de la contienda: "Yo quiero refrendar que no sólo vamos a perseverar en el esfuerzo, sino que mientras más violenta sea la conducta de quienes criminalizan (sic) a nuestros jóvenes, más enérgica va a ser la respuesta del gobierno".

El Ejecutivo reaccionó de ese modo el martes, en Colima, ante la evidente incapacidad gubernamental de frenar las ejecuciones presumiblemente realizadas por bandas de delincuentes. En la víspera se había multiplicado por siete el promedio de tres asesinatos por día, y habían sido ultimadas más de 20 personas. El mismo día en que produjo su declaración se conocieron ocho ejecuciones más. Y al día siguiente fueron siete los muertos, cinco de ellos agentes policiacos, sin incluir en esa cifra las víctimas en enfrentamientos: en Campeche y Tijuana, en donde se produjeron enfrentamientos a balazos en que murieron en total tres delincuentes y dos policías. En la ciudad fronteriza la insolencia de los bandoleros llegó al extremo de enviar un comando de 20 miembros, armados y vestidos como si fueran agentes federales, a rescatar a uno de los suyos, encamado en el Hospital General, que permaneció sitiado durante cinco horas. Aunque en uno y otro caso la autoridad detuvo a delincuentes, la captura se debió a la casualidad más que a la puesta en práctica de un plan.

En la falta de ese plan, de acciones realmente concertadas estriba la flaqueza de la posición gubernamental, la evidencia de que su...

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