Plaza Pública / Terrorismo y justicia

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

JERUSALÉN.- Pasado mañana se cumplirá -ya, apenas- un mes de los atentados que cobraron la vida de 56 personas en Londres. Dos semanas después de ese siete de julio, el 21, estuvo a punto de repetirse la tragedia en la misma ciudad. Sólo el azar evitó que se consumara el ataque diseñado conforme a las pautas del anterior: bombas preparadas para estallar en tres estaciones del Metro y en un autobús.

La indagación policiaca ha sido exitosa. Se conoció pronto la identidad de los terroristas que perpetraron el primer atentado, aun antes de que ocurriera el segundo, cuyos resposanbles fueron ya identificados. La exitosa indagación se valió de la tecnología de que a su vez se aprovecharon los terroristas. La telefonía móvil ha generado su propio anticuerpo. Si facilita la comunicación entre los atacantes, y hasta puede ser usada para activar bombas, también puede ser útil para rastrear a sus usuarios. "Dime con quien hablas y te diré quién eres" se convertirá, se ha convertido ya en una eficaz fórmula de investigación. De ese modo se localizó, por ejemplo, en Roma, a uno de los autores del fallido ataque del 21 de julio.

Igualmente productivas fueron, en su turno, las indagaciones sobre los atentados en Nueva York y Washington, el 11 de septiembre de 2001, y en Madrid, el once de marzo del año pasado. En el primer caso se reconstruyeroin las biografías y hasta se conocieron los móviles que impulsaron a los atacantes de las Torres gemelas y el Pentágono. También se obtuvo noticia puntual de quienes destrozaron centenares de vidas en Atocha y otras estaciones madrileñas. Por eficacia policiaca no ha quedado.

Pero el terrorismo, y las tensiones sociales en que surge y se manifiesta, dista mucho de ser un problema delincuencial común, de los que se pueden atajar mediante acciones policiacas. Es en cierto sentido comparable a crímenes de trascendencia internacional, como el tráfico de personas, de drogas y de armas, cuyas ramificaciones dificultan embatirlos de una vez y para siempre. Pero, con todo, estos negocios de la destrucción se desarrollan a través de redes, cuya comunicación puede ser obturada e impedida, con lo que al menos se les resta capacidad de operación y de movimiento. No ocurre lo mismo con las actuales expresiones del terrorismo.

En Leeds, la ciudad británica donde vivían los atacantes del siete de julio se harán cruces durante mucho tiempo para determinar con exactitud el momento y las causas que convirtieron a muchachos pacíficos...

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