Plaza Pública/ Refundación perredista

AutorMiguel Angel Granados Chapa

En las próximas 72 horas el Partido de la Revolución Democrática jugará la carta de su destino. La reunión de su Consejo Nacional, la primera posterior a una elección federal que no le fue desastrosa como para el PRI pero dejó profundos y cuantiosos saldos adversos, establecerá las bases de la prosperidad de ese partido o lo precipitará en la inercia o en la batalla de todos contra todos.

Lo que resulte de las sesiones de esos tres días importará no sólo a los militantes perredistas. Si de ellos sólo se tratara, el asunto sería de menor entidad. Es relevante, sin embargo, y hasta crucial, para 7 millones de ciudadanos que sufragaron por la coalición de que fue eje el PRD y para quienes, no habiéndolo hecho ahora, esperan una política gubernamental orientada principalmente a establecer la justicia social mediante un gobierno demócrata, honesto y eficiente.

Diversas reformas serán sin duda iniciadas por el Consejo Nacional. Sus documentos básicos están impregnados de la letra y el espíritu de la lucha contra el partido del Estado. Nadie puede decir que por haber perdido la Presidencia de la República esta vez, el PRI haya dejado de existir como partido del Estado. Pero ha perdido las bases para su reproducción, lo que obliga a modificar los instrumentos de la participación política. Un ariete es útil para derribar un muro, pero estorba si se trata de avanzar sobre el terreno, aun sembrado de obstáculos.

Es claro que el PRD representa a la izquierda mexicana. Su legitimidad histórica le viene de las luchas del marxismo partidario y de la más valiente y eficaz disidencia priista. Sin alejarse de esa definición deberá revisar su democratismo judicialista, un grave defecto que lastra la discusión interna en vez de auspiciarla, y convierte en querella de barandilla el debate político, en que triunfa el audaz o el habilidoso en perjuicio del que tiene la razón. Las soluciones judiciales obligan a generar equilibrios falsos, a simular entendimientos de dientes para afuera. Cuando se participa en reuniones de decisión no hay que cuidar la sensatez de las propuestas sino ponerse a salvo de las dentelladas que se lanzan los más rijosos.

Para las planillas municipales y legislativas del estado de México se presentaron 11 mil precandidatos. La cifra no dibuja un conmovedor afán participativo, sino un grave defecto estatutario, pues todo aquel que entra en un juego electoral interno alguna ventaja obtiene. Esa certidumbre no mejora los consensos aun si...

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