Plaza Pública / Por la puerta trasera

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

El palacio legislativo de San Lázaro fue diseñado para que por su ancho pasillo central transitara entre vítores y aplausos el presidente de la República, que de ese modo -y con la presencia de su Estado Mayor castrense- convertía en suya la casa de los diputados (y, en fechas especiales, los senadores). Por la puerta principal ingresaron a ese colosal edificio y desfilaron triunfales hasta la tribuna, para asumir su cargo, Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas (pese a su fraude electoral), Ernesto Zedillo y Vicente Fox. Este último, en anticipo de lo que ocurriría el viernes, no entró siquiera al recinto parlamentario el 1o. de septiembre anterior. En el vestíbulo entregó su Informe y se fue.

Como símbolo, como síntesis de su posición precaria, Felipe Calderón entró en San Lázaro por la puerta de atrás, y en poco más de lo que canta un gallo, en tres o cuatro minutos, recitó de memoria la protesta ante el Congreso que ordena la Constitución, tomó de las manos del presidente legislativo Jorge Zermeño la banda que horas antes había sido objeto de un juego mediático, cantó el himno nacional -cuyos coro y estrofas obligaron y permitieron al único instante de unanimidad en la Cámara de Diputados- y se fue por donde vino. Lo protegieron los panistas que desde el martes realizaron la "toma patriótica" de la tribuna del recinto (ésa sí motivo de orgullo y no de vergüenza), y su guardia militar personal. Esos son los apoyos más claros con los que cuenta, el Ejército y su partido. Por eso fue inmediatamente después a saludar a unos y a otros (y a sus invitados especiales: el cardenal Norberto Rivera Carrera, el presidente de los obispos, los empresarios que habitan las páginas de Forbes y de Caras) para hallar el ambiente propicio que no encontró en San Lázaro.

Calderón llegó a San Lázaro junto con el autor de su triunfo, Vicente Fox. Hasta el último momento el ahora ex Presidente plantea a quienes pretenden examinar su conducta la cuestión de saber si es marrullero o atolondrado. Alguien lo forzó a participar en la dudosa ceremonia de la medianoche anterior, en que se despojó de la banda tricolor que es el emblema del poder presidencial y la entregó a un cadete, tan nerviosamente que estuvo a punto de dejarla caer. El único sentido que podía atribuirse a ese extraño momento difundido en cadena nacional es que daba por concluido su mandato y que no se presentaría en la Cámara a la que arribó victorioso seis años atrás. Pero quizá lo pensó...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR