Plaza Pública / Procuradores

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

El general procurador general de la república Rafael Macedo de la Concha, es un pesquisidor muy veloz: cuando apenas se hallaba Andrés Manuel López Obrador en la PGR, en el acto inicial de una averiguación previa para determinar si se cometió delito al hacer público un reporte norteamericano sobre transferencias bancarias, "el señor Macedo", como lo llama uno de sus jefes de prensa, ya había determinado que sí hubo delito y que lo cometió el jefe de Gobierno del Distrito Federal. Pero Macedo de la Concha es también el procurador más lento: demoró meses en saber que se había contratado como su asesor con funciones de director ejecutivo de comunicación -otro de sus jefes de prensa- a una persona que departió con narcotraficantes en una fiesta y fue citada por un jefe de banda como su amigo.

López Obrador atendió el viernes el requerimiento que en la víspera le hizo el ministerio público federal. Pudo haber eludido el llamado ya que considera haber actuado legalmente al dar a conocer el reporte (no el convenio, como con prisa enojada e ignorancia de la naturaleza de esos documentos dijo el presidente Fox, insistente en pelear con el jefe del gobierno del DF). Pero acudió a la sede del órgano investigador, en vez de pedir servicio a la carta, como el que sirvió la PGR a Carlos Ahumada. Se dirá que el empresario ahora detenido en Cuba fue declarado (como dice la jerga ministerial en vez de se le tomó declaración) en un salón de alquiler costoso de un resplandeciente hotel, porque el denunciante temía por su vida. La PGR hubiera podido tranquilizar a Ahumada ofreciéndole una escolta como la que, quién sabe con qué motivo, rodeó a López Obrador durante su estancia en la PGR, en que lo atendió el subprocurador Carlos Vega Memije. Armados, flanquearon al funcionario del DF cuatro miembros de la Agencia Federal de Investigación. Era una compañía absurda, comprensible sólo si se temiera que en las oficinas mismas de la PGR se intentara dañar al declarante o que éste resolviera huir.

Los adversarios de López Obrador han obtenido una victoria cultural semejante a la que alcanzó Salinas frente al PRD, al que caracterizó como el partido de la violencia siendo que durante su periodo fue víctima de la violencia, ya que más de quinientos perredistas cayeron asesinados sin que se castigara a los homicidas más que en pocos casos, y sin que se asumiera (como se ha hecho ahora con las mujeres ultimadas en Ciudad Juárez) que se trataba de un fenómeno político y penal, y no sólo de la mera sucesión de acontecimientos independientes entre sí. A López Obrador se le presenta como arbitrario incumplidor de la ley y aplicador de la misma sólo cuando le conviene, siendo que en todos sus casos apela a la norma...

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