PLAZA PÚBLICA / PRD: laberinto sin salida

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

La crisis política que padece el PRD, evidenciada en las torceduras de su proceso electoral, que es en el fondo crisis ética, se ha convertido en crisis institucional, lo que significa que puede no haber mecanismo interno que resuelva el cada vez más agudo conflicto entre las principales corrientes. En otra circunstancia, o en otro partido, el grave problema podría ser resuelto por la justicia electoral -a la que ya acudieron, en diferentes momentos, los dos candidatos que disputan la presidencia- pero existe el riesgo de que sus decisiones no fueran acatadas y el 22 de abril, concluido el periodo para el que fueron elegidos Leonel Cota y Guadalupe Acosta Naranjo, ese partido quedara acéfalo y en estado de anomia.

Era anticipable la cerrada competencia que habría entre Alejandro Encinas, de Izquierda Unida, y Jesús Ortega, de Nueva Izquierda. También era esperable que algunos de sus partidarios, sin escrúpulo alguno, echaran mano de toda suerte de añagazas para forzar los resultados. Pero las expectativas fueron ampliamente superadas por la naturaleza de las tretas, por la división en dos mitades de la militancia participante, y por el activismo de los delegados encargados del cómputo, que llegaron a las manos en más de una sesión. Por esos motivos, contar los votos pasó de ser un simple trámite aritmético a un complicado problema político. Fue imposible, en consecuencia, realizar los cómputos estatales el miércoles siguiente al 16 de marzo, en que se desarrolló la jornada electoral, y hacer la suma nacional el 30 de ese mes. A partir de entonces, cayeron uno a uno los plazos que como promesa, esperanza u obligación se fijaron para dar por concluido el proceso.

La responsabilidad del conteo estaba a cargo de la Comisión Técnica Electoral, que sin embargo carecía de las posibilidades materiales y políticas para realizarlo a cabalidad. Hizo lo que pudo, al extremo de concentrar en la Ciudad de México los cómputos de entidades donde los imposibilitó la evidencia de trampas y los enfrentamientos de los encargados de contar los votos. Pero ese traslado no implicó disminución de las tensiones que lastraban la operación. Fatigada por la incapacidad del órgano tripartito al que pertenecía para cumplir su encomienda, renunció a su cargo Graciela Sánchez Mota. La comisión pudo seguir trabajando unas horas más, porque esa dimisión no invalidó los acuerdos adoptados por los dos integrantes que perseveraron en su trabajo, el periodista mexiquense...

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