Plaza Pública / La PFP, de Atenco a Oaxaca

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

Ya que es impropio hablar de los ausentes, no dilucidaré por ahora si el presidente Fox -que se encuentra en Montevideo, en su última cumbre iberoamericana- es distraído, carece de información o se dejó atrapar por la mala fe. El hecho es que, antes de ordenar la ocupación policiaca de Oaxaca, predijo que el conflicto en esa entidad terminaría bien, como Chiapas y Atenco. Al referirse a este municipio mexiquense, supongo que Fox recordaba la decisión de no construir en Texcoco el aeropuerto internacional de la Ciudad de México, a causa de la protesta de los habitantes del vecino San Salvador Atenco. Precedido de un pésimo manejo político, por el desdén con que se imaginó a los afectados por las expropiaciones correspondientes, el caso pudo haber evolucionado hasta una tragedia de gravísimas proporciones, de haberse el gobierno empecinado en un proyecto que suscitó la enérgica oposición de innumerables pobladores, que blandieron machetes convertidos de instrumentos de trabajo en armas.

Supongo que a ese Atenco se refirió el Presidente al presentarlo como ejemplo de buena solución. Sería el colmo que la situación que considera modelo sea la ocurrida hace exactamente seis meses en esa cabecera municipal mexiquense, porque al contrario lo ocurrido allí el 4 de mayo debería ser tenido como conducta a evitar. Aquel jueves, hace un semestre, la Policía Federal Preventiva, así como la Agencia de Seguridad Estatal, protagonizaron uno de los episodios más vergonzosos en la historia del orden público mexicano. Nadie en sus cabales soslaya la importancia, ni cohonesta la actitud violenta asumida en la víspera de aquel día infausto por activistas que, luego de impedir la vigencia de ordenamientos municipales texcocanos, sacaron de ese lugar el conflicto, cancelaron el paso en la carretera Lechería-Texcoco y practicaron una resistencia que en más de un momento se convirtió en guerra de agresión a la fuerza pública: Nadie olvidará la golpiza, cruel e innecesaria -convenientemente propagada a través de la televisión, por lo demás- que activistas asestaron a un agente de la autoridad. Pero ningún exceso o delito de particulares justifica y ni siquiera explica la aterradora actuación de las policías local y federal en aquel acontecimiento, que ahora ha sido expuesta pormenorizadamente por la Comisión Nacional de Derechos Humanos en la Recomendación 38/2006, dirigida al secretario federal de Seguridad Pública, al gobernador del estado de México y al director...

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