PLAZA PÚBLICA / La Familia y las familias

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

México vive una de las coyunturas más graves de su historia contemporánea, sólo comparable a los peores arrebatos del poder presidencial autoritario capaz de ordenar, hace 40 años, la matanza de Tlatelolco. La represión solía ser selectiva, y casi nunca puso en peligro, simultáneamente, a sectores diversos de la sociedad. No vaciló en matar pero, con el auxilio de medios de información que incumplían su responsabilidad social, lo hizo en la oscuridad, ocultando su maldad y por lo tanto sin ufanarse de ella, ni siquiera para disuadir a sus críticos.

No se entienda esta comparación con una añoranza de los tiempos del despotismo. Líbreme el cielo de extrañar ni por un instante un solo rasgo del régimen cuyos poderosos no admitían contrapeso ni escrutinio público e incurrieron en abusos que constituyeron la dictablanda, que de tanto en tanto se endurecía. Ni por asomo deseo una vuelta atrás. Esbozo los trazos generales del deplorable pasado para contrastarlo con el ánimo social que priva en el país, sumido en la tristeza, en el desconcierto, en el miedo, temeroso y desconfiado de autoridades situadas por debajo de la exigencia de la sociedad en esta hora.

El estallido de dos granadas de fragmentación en Michoacán, que asesinó a ocho personas y lesionó a más de un centenar, llevó a los mexicanos todos al campo de batalla, en que nos hallamos inermes, inhábiles aun para comprender lo que pasa y cuándo y cómo llegamos a este punto, y tensos en espera de nuevas situaciones que hagan palidecer a las que ahora nos atosigan. Decirlo no es derrotismo, no significa completar la tarea de los terroristas, uno de cuyos objetivos es abatir el espíritu comunitario para inducir la falsa idea de que no hay nada que hacer frente a su poder. Por lo contrario, alimentar la convicción de que la sociedad mexicana posee una energía que en el pasado reciente le ha permitido superar (no sin daño) profundas crisis económicas, graves tragedias causadas por la naturaleza indomeñable y hondas grietas en la convivencia social, requiere no partir de ilusiones ni de exhortos retóricos a construir la unidad de que carecemos, sino de clara conciencia de la posición en que nos hallamos, para encontrar el rumbo que nos conduzca a situaciones nuevas donde podamos sacar fuerza de flaqueza.

Hagámonos cargo, para empezar, del poder del enemigo. En la mañana de anteayer, viernes, los morelianos vieron, supongo que con estupor, narcorrecados escritos en mantas como las que...

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