Plaza Pública / Oaxaca: parte de guerra

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

Aunque el conflicto de Oaxaca dista de haber concluido y mucho menos de ser resuelto, emergen de él dos personajes victoriosos: el gobernador Ulises Ruiz Ortiz, apoyado incondicionalmente por el gobierno federal panista (el de antes y el de hoy) y exitoso en su estrategia de dividir a sus antagonistas; y el jefe de las operaciones policiacas en esa entidad, Ardelio Vargas Fosado, destinado a ser el zar de las policías federales unificadas. Mientras se legisla para crear un solo Cuerpo Federal de Policía, el responsable de sostener al gobernador con la ruda presencia de sus tropas en Oaxaca fue nombrado comisionado de la Policía Federal Preventiva (de cuyo estado mayor era jefe) y director de la Agencia Federal de Investigación.

Tal resultado lo consiguieron ambos a despecho de las graves y abundantes violaciones a derechos humanos que personal a las órdenes de cada uno infligió, y continúa asestando a ciudadanos oaxaqueños, unos participantes en acciones de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, y otras, personas comunes y corrientes que fueron aprehendidas con violencia, sin causa y sin orden judicial, y deportadas a un penal de Nayarit. Tan clara fue la arbitrariedad de las detenciones y de los malos tratos que la mayor parte de las personas capturadas a partir del 25 de noviembre, y enviadas fuera han tenido que ser devueltas a Oaxaca y puestas en libertad, aunque sus procesos continúan.

Algunas de estas víctimas han podido rendir testimonio ante la Comisión Civil Internacional de Observación de los Derechos Humanos, reconocida por el gobierno federal, y cuyos miembros llegaron a Oaxaca el 21 de diciembre pasado. He aquí algunos ejemplos de la brutalidad expuesta ante los activistas procedentes de 30 países: El arquitecto Porfirio Domínguez Muñozcano se dirigió la tarde de ese último sábado de noviembre a copiar planos, que portaba en el tubo que es propio de su tarea. Quizá creyendo que allí escondía una arma, o nomás porque sí, miembros de la PFP interceptaron su paso, lo tundieron con toletes hasta hacerle perder el sentido, y sacarle de su órbita el ojo izquierdo. Cuando recobró la conciencia, se encontró reunido con otras víctimas en el Zócalo, y después llevado al penal de Tlacolula, usualmente cárcel de mujeres. Además de obligársele a pagar 7 mil pesos por la operación ocular, cuyo resultado último no se ha manifestado aún, Domínguez Muñozcano, libre bajo fianza, está sometido a proceso por incendio, robo y "los que...

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