Plaza Pública/ Narcometamorfosis

AutorMiguel Angel Granados Chapa

Una peculiaridad salta a menudo en las biografías de los jefes del narcotráfico en México: antes de adquirir ese rango fueron miembros del Ejército o de las policías federales. No es infrecuente que las bandas delincuenciales adquieran los servicios de agentes de la autoridad en activo, bien como informantes y aun como guardianes. Pero no lo ha sido, igualmente, que de posiciones subalternas transiten a puestos de mando, en aplicación de una singular meritocracia, y de una mutación que cabría llamar narcometamorfosis.

Ese es el caso de Ramón Alcides Magaña, desde la madrugada de ayer recluido en el penal de La Palma, donde ya estaba hospedado desde días atrás su cómplice Mario Villanueva. La fortuna de Magaña comenzó a fabricarse el 24 de noviembre de 1993. Era agente de la Policía Judicial Federal, pero combinaba esa función oficial con otra contraria por completo a aquella: era guardaespaldas de Amado Carrillo, El señor de los cielos, flamante jefe del Cártel de Juárez. En aquella fecha, Carrillo Fuentes cenaba plácidamente en el restaurante Bali Hai (también llamado Ochoa), cerca del cruce de Insurgentes Sur y Río Churubusco, cuando una brigada de matarifes de los hermanos Arellano Ochoa pretendió asesinarlo. No consiguieron su propósito entre otros factores por la rápida actuación de Magaña, que se había adiestrado en el uso de armas como cadete del Colegio Militar donde se graduó de subteniente.

Carrillo Fuentes quedó obligado con Magaña. Le debía la vida. Y la pagó bien. Lo hizo delegado de su banda en el sureste, con sede en Cancún. Allí mismo, en ese paraíso del Caribe, se había fraguado la suerte del propio Carrillo Fuentes. Apenas unos meses antes allí fue asesinado Rafael Aguilar Guajardo, antecesor de El señor de los cielos a la cabeza del Cártel de Juárez. Alguien, tal vez su sucesor, lo atrajo a ese punto, con el señuelo de una suculenta operación para lavar dinero: la compra del hotel Ritz Carlton. En vez de esa solución a uno de los arduos problemas del narcotráfico: cómo introducir sus ganancias en los circuitos del dinero lícito, Aguilar Guajardo halló la muerte. Lo acribillaron mientras atravesaba una calle.

El mismo había hecho el tránsito que hizo Magaña, pasar de los cuerpos policiacos a la cabeza de la delincuencia organizada. Su carrera se había iniciado en la Dirección Federal de Seguridad, un sórdido aparato de represión que al mismo tiempo que hacía funciones de policía política fue almácigo de protectores del...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR