PLAZA PÚBLICA / Morelos: sangre y terror

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

Como parte de una cadena interminable -sólo en lo que va del año han sido asesinadas 50 personas en Morelos- ayer aparecieron los cuerpos de dos personas ultimadas con violencia en pleno centro de Cuernavaca. Se trata, o al menos así se busca que aparezca, de un ajuste de cuentas entre la banda de Édgar Valdez Villarreal, apodado La Barbie y la de los Beltrán Leyva, uno de cuyos integrantes, Arturo, murió en diciembre pasado en un ataque de la Marina a un edificio, igualmente céntrico en la capital del estado.

Los muertos de ayer son la respuesta (o parecen serlo) a un ataque en sentido contrario al perpetrado con saña inaudita hace dos semanas: el 9 de abril amanecieron colgantes de un puente principal de la porción urbana de la carretera México-Acapulco los cuerpos de dos personas que fueron degolladas, antes de su muerte torturadas y después de ello blanco de muchos disparos, cuando ya pendían del paso peatonal en la Plaza Galerías.

Todo esto ocurre no en despoblado, donde se diría que la soledad de los parajes favorece la autoría de crímenes atroces, como ocurrió poco antes, ya cerca de Acapulco. También fueron asesinatos crueles, pero carecieron del sello desafiante de las muertes de Cuernavaca, que permanecerán en la impunidad no sólo porque se trata de homicidios que las autoridades no investigan, parapetadas tras el pretexto de que se victiman "entre ellos", es decir entre mafias de la delincuencia organizada, frente a las cuales el gobierno federal reacciona con indolencia mezquina e inaceptable, como si los verdugos realizaran una plausible labor de limpieza social.

El medio centenar de asesinatos de esta índole ocurridos en 2010 en Morelos quedará sin castigo, además de por esa razón general, por dos causas particulares; por un lado, la indolencia o complicidad de las autoridades, una maldición que ha caído sobre los morelenses desde hace varios sexenios y evidente de manera acusada en los dos más recientes, en que ha gobernado Acción Nacional. Por otro lado, el temor de la gente a denunciar siquiera la aparición de víctimas en lugares públicos.

Es que, al menos en Cuernavaca, la población vive bajo los efectos de un terror de origen difuso, y por ello causante de un pánico mayor, como lo mostró la desmovilización de "la ciudad de la eterna primavera" el fin de semana pasado. A través de internet, y de las redes sociales que multiplican sus alcances por la telefonía móvil, se difundió a gran velocidad el aviso de que al anochecer...

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