Plaza Pública/ Homicidio intencional

AutorMiguel Angel Granados Chapa

Gravísimo de suyo, el homicidio de Guillermo Vélez Mendoza lo es en mayor medida porque institucionalmente se buscó disfrazarlo, y atenuarlo cuando el intento inicial se frustró. Y porque tal vez obedece a un patrón de conducta establecido en la actual Administración.

Hasta en las minucias mintió la Procuraduría General de la República en el estremecedor caso de Vélez Mendoza. El 1 de abril emitió dos boletines con el mismo número, 286. En uno de ellos, quizá creyéndolo Maradona, se bautiza Diego Armando a Hugo Armando Muro Arellano, acusado del homicidio de Vélez Mendoza. Es un error nimio y explicable, fruto de una distracción, se dirá. Pero hay muchas distracciones en todo el episodio: Vélez Mendoza fue detenido en su casa, el domicilio de sus padres, a las 21:30 horas del 29 de marzo, Viernes Santo. Los miembros de la Agencia Federal de Investigación no exhibieron ningún documento que justificara la captura. No lo hicieron porque no contaban con él. Sólo a las 22 horas un agente del Ministerio Público firmó una orden de localización y presentación.

Según el visitador general de la PGR, Angel Buendía Buendía, tal localización y presentación ocurrió el 30 de marzo. Mintió, pues Vélez Mendoza fue asesinado en la primera hora de ese sábado. Entre el momento de su detención y el de su deceso transcurrieron unas tres horas, sin que los agentes lo presentaran a la Unidad Especializada en Delincuencia Organizada. En ese lapso es probable que lo hayan sometido a tortura, como consta en un dictamen médico que descubrió 31 señales de maltrato. O, como dice el propio documento, que el Ministerio Público federal rehusó acompañar a la consignación de Muro Arellano: "dadas las características morfológicas de las lesiones denotadas en la superficie corporal, en grado muy probable se considera que estas son representativas de maniobras de traumatismos, sujeciones, golpes con puños de las manos, puntapiés y pisotones, y de habérsele infringido (sic, por infligido) mecanismos asfícticos".

A Guillermo Vélez Pelayo, padre de la víctima, se le informó 13 horas después del fallecimiento. Primero se le aventuró la peregrina tesis de la "muerte natural". Luego fue lanzada la versión del homicidio culposo. Vélez Mendoza "se les murió", mientras intentaba huir. La expresión es errónea. El detenido no tenía necesidad de huir, pues no había sido aprehendido. Si él no lo sabía, debían saberlo los captores, que en realidad estaban privándolo ilegalmente de la...

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