PLAZA PÚBLICA / Genaro García Luna

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

Al comenzar su discurso ante la multitud reunida en la Plaza de la Constitución al cabo de la Marcha Nacional por la Paz con Justicia y Dignidad, el poeta Javier Sicilia demandó al presidente Calderón el despido de Genaro García Luna como señal de que había escuchado el mensaje de los ciudadanos que quieren vivir tranquilos.

No sorprende que se exigiera la renuncia del secretario de Seguridad Pública. En una larga jornada pletórica de símbolos, la mención a García Luna tuvo esa calidad. Es el prototípico funcionario que por acción y omisión ha contribuido al deterioro de la convivencia social y a la disminución (desaparición plena en no pocas comarcas del país) de una vida segura, es decir, a que falle la estrategia nacional contra el crimen organizado.

García Luna no ha servido a la sociedad, antes al contrario la agrede. La colosal fuerza armada que se le ha permitido reclutar -35 mil agentes-, la Policía Federal, es en la mayor parte de los lugares donde actúa parte del problema y no de la solución. Y el propio secretario García Luna, lejos de garantizar con su desempeño el alcance de metas necesarias para la nación, mantiene bajo amenaza a una periodista que ha reunido vasta información sobre su conducta y su patrimonio, difícilmente conciliable con sus ingresos como servidor público.

Apenas el martes pasado Anabel Hernández, la periodista autora de los libros Los cómplices del Presidente y Los señores del narco -donde García Luna figura en forma prominente- reiteró una denuncia que había hecho pública en diciembre pasado, en la presentación de Los señores... en la feria del libro de Guadalajara. Esta vez lo hizo en el patio del ex domicilio principal del Senado, durante un foro en que se habló de la impunidad como aliciente de la delincuencia en perjuicio de la libertad de expresión. Puesto que ha presentado quejas ante las comisiones de derechos humanos nacional y del Distrito Federal, cuenta con resguardo ofrecido por el gobierno capitalino, pues la CNDH incurrió en la ingenuidad de demandar medidas cautelares a la autoridad federal, que sólo podría aplicarlas desde la Secretaría de Seguridad Pública. Haber aceptado esa aberración hubiera significado poner a la periodista a merced de su enemigo -García Luna la considera una suerte de vocera del crimen organizado. Con el mismo tino y la misma diligencia que ha obtenido información sobre el dinero de García Luna y sus vinculaciones con delincuentes, Hernández ha logrado saber que el...

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