Plaza Pública/ Fox y Diego

AutorMiguel Angel Granados Chapa

Hace dos años Vicente Fox fue elegido Presidente de la República. Culminó entonces el vasto y duradero esfuerzo de una porción creciente de la sociedad por desembarazarse de un partido creado desde el Gobierno, sostenido por el Gobierno y apoyado en la ilegalidad. Culminó también el mucho menos prolongado empeño de un hombre por "sacar al PRI de Los Pinos", que apenas se había extendido durante 12 años, en que Fox pasó del apoliticismo al máximo cargo de responsabilidad pública.

También, ese 2 de julio Diego Fernández de Cevallos fue elegido Senador de la República. Figuró en el número uno de la lista de candidatos a la representación proporcional. Su elección le permitiría ser, como lo es ahora, cabeza del Poder Legislativo. Hoy preside la Comisión Permanente del Congreso de la Unión. Y protagoniza, en un enfrentamiento sordo con Fox, que no se manifiesta abiertamente, un episodio que es a su vez parte de los signos contradictorios de la transición que México empezó a vivir hace dos años: Acción Nacional ganó la Presidencia de la República pero una fracción importante del partido permanece en la oposición.

Militante del PAN desde 1959, aun antes de alcanzar la edad ciudadana, Fernández de Cevallos fue dirigente partidario durante largo tiempo. En una época se ausentó del partido para afianzar su actividad profesional como postulante en materia penal, pero desde que don Luis H. Alvarez fue elegido líder panista en 1986, Fernández de Cevallos se convirtió en su consejero cercano y en factor cada vez más determinante de las decisiones de su partido. Por eso Manuel J. Clouthier lo designó responsable de la política interior en su gabinete alternativo y por eso, no obstante su falta de experiencia legislativa, fue coordinador de los Diputados panistas en 1991, cuando entró al Congreso por primera vez. En esa legislatura alcanzó su actual condición y mote de Jefe, y fue un interlocutor constante y fiel del Gobierno de Salinas.

En 1994 fue candidato presidencial. No contó con la simpatía de Fox, con quien se había creado una relación ambigua por la solución dada al conflicto de Guanajuato tres años atrás. Fox no pudo entonces ser Gobernador y aunque aceptó que Carlos Medina Plascencia se sentara en la silla que él había buscado, comprobó que su talante personal y su modo de entender la política no se acomodaban a los de Fernández de Cevallos. Quizá se hubiera adherido a la campaña de Cuauhtémoc Cárdenas, sin dejar de ser panista, de no ser por el...

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