Plaza Pública / Ex presidentes

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

Execrables, expoliadores, exidas, excluyentes, exiguos, extravagantes, extraviados y excesivos, pero no excelentes, excepcionales, excusables, exquisitos ni extrañables, los ex presidentes mexicanos viven un largo juicio público posterior a sus seis años de desempeño del poder. El miércoles pasado, tres de ellos aparecieron en un mismo lugar, aunque no al mismo tiempo, en el velorio de José López Portillo que se había propuesto ser un gran ex Presidente y falló en su propósito, como antes había fallado, en último término, en el ejercicio gubernamental.

Más de veintiún años duró su vida posterior a "su" sexenio. Los siguientes seis le fueron especialmente adversos, por la crítica que suscitó la nacionalización bancaria. Desde el gobierno mismo que él generó, el de Miguel de la Madrid, se alentaron los embates contra su faraonismo, su frivolidad, los diversos modos de su irresponsabilidad. Amén de que había materia prima para el examen crítico, la clase media a la que afectó su política económica estaba especialmente enardecida, también como recurso sicológico que desvía a otros las propias culpas.

Careció de razón López Portillo al proclamar que era responsable del timón pero no de la tormenta, pues un navegante diestro debe llevar su barco a puerto enfrentando la tempestad. Pero había ciertamente una tormenta, es decir un conjunto de factores ajenos al control gubernamental, que López Portillo encaró tardía e insuficientemente. El control de cambios fue una estéril respuesta a la fuga de capitales. Ya no había, en realidad, nada que controlar después del primero de septiembre de 1982, por lo que de esa medida gubernamental sólo quedaron resabios, como los provocó también la expropiación de la banca primero y luego su nacionalización. Esta última decisión fue breve, pues apenas se hizo cargo del gobierno De la Madrid la revirtió y Salinas, al cabo de diez años, la había eliminado por completo. A presidenciazos, conforme a la voluntad del jefe en turno, la banca fue estatal, fue semipública, fue privada.

La animosidad contra el ex presidente López Portillo alcanzó a sus amigos, Jorge Díaz Serrano especialmente, quien fue desaforado y aprehendido, sujeto a proceso. Como en el caso de la tormenta, no es que no hubiera conductas que perseguir. Pero la motivación política fue decisiva para el embate. Quizá De la Madrid quiso cobrar de ese y otros modos el agravio que efectivamente le infirió López Portillo al tomar medidas de tanta trascendencia como las anunciadas aquel primero de septiembre cuando faltaban apenas tres meses para que un nuevo gobierno asumiera sus responsabilidades. El Presidente que se iba impuso así una...

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