Plaza Pública / El dilema de Salazar

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

Tan atenta que es la Secretaría del Trabajo a la legalidad interna del sindicato minero, que ahora está metida en un complicado brete, aunque también puede encontrar la salida del embrollo en que se metió hace un mes. Si atendió con tanta premura la notificación de un órgano de ese sindicato para deponer a su secretario general Napoleón Gómez Urrutia -presentada informalmente, sin documentación que acreditara su contenido-, ¿qué hará ahora ante la decisión de otra instancia sindical, la de mayor jerarquía, que le informa de lo contrario y le pide tomar nota de la ratificación del líder depuesto sólo en la imaginación de quienes planearon su caída?

El 17 de febrero pasado, horas antes de la tragedia en Pasta de Conchos, una tropa de muchachos mercenarios, de cuyo paradero y previa contratación no ha informado nada el Ministerio Público local ante quien se denunciaron los hechos, asaltó las instalaciones del sindicato minero, que comprenden las oficinas, un auditorio usualmente alquilado como teatro y un hotel. En apariencia los invasores sólo asustaron al personal y a los huéspedes -trabajadores mineros también- o acaso buscaban documentación. Lo cierto es que provocaron gran desorden. Pareció entonces que la tropelía estaba relacionada con el litigio por el control del Congreso del Trabajo, pues Gómez Urrutia figura entre los opositores de Víctor Flores, el dirigente ferroviario inclinado a la acción directa, a quien el secretario del Trabajo Francisco Javier Salazar -ex líder de un sindicato blanco universitario- consagró como presidente de aquella cúpula, no obstante la flagrante violación a su estatuto interno.

Después supimos que ese mismo día Gómez Urrutia había dejado de ser, para el secretario, líder de su gremio, pues se había tomado nota de un presunto acuerdo del consejo de vigilancia, notificado por dos de sus miembros, Juan Luis Zúñiga y Juan Pablo Patiño Rocha. No sólo habían removido a Gómez Urrutia y su comité, sino que habían designado a Elías Morales a la cabeza de otra mesa directiva. Tan expeditamente procedió la secretaría a bendecir esas decisiones, que ni siquiera pidió a los promoventes que se identificaran. De haberse presentado dos personas ostentándose como tales, fueron impostores si atendemos el desmentido que ambos formularon al anunciar que sus nombres habían sido utilizados sin su autorización. Quizá Patiño Rocha mintió al desmentir, y sí firmó la petición que hizo a Morales líder en vez de Gómez Urrutia...

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