Plaza Pública/ Carlos Castillo Peraza

AutorMiguel Angel Granados Chapa

A la hora de su muerte, ocurrida ayer en Bonn, Carlos Castillo Peraza vivía la paradoja de mantenerse distante del partido en que militó 30 años y de que fue dirigente principal, justo en vísperas del momento histórico, por el que tanto bregó, en que Acción Nacional asuma la Presidencia de la República. La noticia de su fallecimiento fue conocida por los líderes de su partido en Chihuahua, donde se hallaban en un acto de homenaje a don Luis H. Alvarez, de quien Castillo Peraza fue sucesor. En buena hora que don Luis atestigüe la coronación de un esfuerzo que él mismo realizó hace 42 años.

Para conjurar el peligro de la necrofilia, que asalta con frecuencia a quienes examinan la vida de quienes se van, a los que la muerte embellece, escojo iniciar esta reflexión reproduciendo lo que escribí sobre Castillo Peraza cuando se marchó del PAN.

"Castillo Peraza no es el primer presidente de su partido que renuncia -dije el 5 de mayo del 98 pensando en José González Torres, Efraín González Morfín y Pablo Emilio Madero-, pero él no militará en otra agrupación. Aunque se puede calcular que se va resentido, el contexto de su alejamiento y la reacción de sus compañeros muestran que al irse Castillo Peraza hace un gran servicio al PAN.

Hasta marzo del año pasado, y no obstante sus derrotas como candidato a gobernador y diputado, el camino de Castillo Peraza estaba marcado por el triunfo. Grumete en su partido, según dijo en la metáfora marítima con que adornó su carta de renuncia, llegó a ser el capitán de la nave panista. Dotado al mismo tiempo para la reflexión y la expresión que para la práctica política, luego de ser uno de los dos consejeros principales de don Luis H. Alvarez (el otro era Diego Fernández de Cevallos) lo reemplazó en 1993. Si bien ya en 1989 y en 1992 Acción Nacional ganó gubernaturas, los triunfos de ese nivel y en el municipal alcanzados por el PAN bajo la presidencia de Castillo Peraza le ganaron la consideración de sus compañeros, que estaban manifiestamente dispuestos a reelegirlo. Pero él se retiró en 1996, aunque al año siguiente reapareció como candidato al gobierno del Distrito Federal.

En ese proceso se infectó una zona de su espíritu. Tiempo atrás había reñido con algunos periodistas, pero durante la campaña electoral y luego de los desastrosos resultados padecidos por el panismo (del 43 por ciento que le anunciaban las encuestas con la candidatura de Castillo Peraza llegó apenas al 23 por ciento) se querelló a diestra y siniestra. Riñó con el periódico Reforma y no ahorra sus juicios extremos contra ese diario. Pero su blanco favorito es quien lo venció en los comicios del 6 de julio pasado, Cuauhtémoc Cárdenas y su partido. Muy en su derecho, como también lo ha sido advertir que sus opiniones comprometen a su partido, y ha dado muestra de su inteligencia al elegir que no sea así".

Al día siguiente completé mi opinión...

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