Plaza Pública/ Candidatos al habla

AutorMiguel Angel Granados Chapa

Un misterioso, o ridículo, Centro de Profesionalización del Servicio Público o Privado, dijo haber realizado anteanoche un sondeo telefónico en que el 40 por ciento de los interrogados dio por triunfador en el debate del martes a Francisco Labastida. Por lo menos se trata de una encuesta peculiar, que contradice rotundamente los resultados ofrecidos por la mayor parte de muchas otras mediciones, cuyas características son dadas a conocer puntualmente, y en que Vicente Fox emerge como quien mejor se desempeñó en la reunión de anteayer de los candidatos presidenciales.

Me resisto a hablar de quién ganó el debate, porque el formato dificultaba establecer un desenlace de esa índole. Es mejor calificar el desempeño de los aspirantes, su prestancia y eficacia, y establecer rangos en que se cumplieron esas características. Con tal sistema resulta claro que Fox obtuvo el mayor provecho de la ocasión, y el candidato priista, en el extremo opuesto, fue el peor librado, aun más allá de Manuel Camacho o Porfirio Muñoz Ledo, a quienes la mayor parte de las apreciaciones públicas sitúan en los últimos lugares de la escala. Y es que siendo el candidato del partido en el poder, y al que algunas de las encuestas serias colocan en el primer lugar, era quien más tenía que perder. Y eso fue lo que ocurrió.

A pesar del diseño del debate, el encuentro fue útil y aun entretenido. Como el aguafuerte en el grabado, una circunstancia demandante como la vivida por los candidatos pone en relieve sus características más profundas. Todos ellos, tal cual lo dice el verso de García Lorca, se portaron como quienes son.

Fox mostró capacidad para articular un discurso sin interrumpirlo o degradarlo con banalidades. No escapó por completo a ellas, y hasta sucumbió a su equivocada creencia de que el lenguaje populachero es rasgo que suscita confianza. Pero imprimió un sentido específico a la mayor parte de sus intervenciones, sobre todo cuando se presentó como una suerte de hermano mayor de los opositores, a todos los cuales tiró un lazo de conciliación. Si bien es comprensible que lo haya hecho, por su búsqueda del voto útil (búsqueda denostada por varios de ellos) su tono aperturista fue oportuno. Esa virtud, sin embargo, mostró uno de sus peores defectos, que es su improvisación irreflexiva e irresponsable. Tal sucedió cuando sin criba alguna adoptó el programa social delineado por Gilberto Rincón Gallardo, como si fuera un bien mostrenco, disponible para todos; y sin...

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