Plaza Pública/ Nuestro ántrax

AutorMiguel Angel Granados Chapa

La impunidad es uno de los males mayores de nuestra vida social, apenas comparable en ese terreno con la corrupción. Y para combatirlas contamos con procuración de justicia como la del DF, lenta a pesar de la urgencia de su principal cometido de hoy, o sometida a entredicho como la federal.

Hace mucho tiempo que un carbunco letal ha minado la salud social mexicana. Nuestro ántrax se llama impunidad. Es causa y efecto de otro padecimiento mortal, la corrupción. Juntos provocan daños no sólo cutáneos, en la superficie, sino también en órganos vitales. Escasea, en cambio, el Cipro, ese remedio contra el ántrax que en nuestro caso debería ser la procuración y administración de justicia, dotadas de limpieza y eficacia. Cuando mejor andamos en esas materias, caminamos con exasperante y peligrosa lentitud. Cuando peor, los encargados de realizar investigaciones judiciales están bajo investigación, señalados de malversar fondos en funciones análogas a las que ahora realizan.

Hoy hace nueve días que fue asesinada Digna Ochoa. En la tradición católica el novenario es el lapso para mostrar duelo por la pérdida de una vida. No debe servir, sin embargo, como tregua, como espacio en que la inactividad es dispensable, como etapa que prepare el esfuerzo de averiguar quién mato, por qué y quién ordenó el crimen. Acaso deliberadamente, por razones tácticas, no hay correspondencia entre lo que se dice y lo que se hace en la investigación del crimen que segó la vida de la abogada misantleca. Pero hasta ahora el Procurador Bernardo Bátiz y el jefe de la Policía Judicial Damián Canales sólo anuncian lo que harán, o el fruto de sus cavilaciones. El Procurador está pensando pedir al Cisen el auxilio ofrecido por el Gobierno federal. Para enterarse, por ejemplo, si hay interferencia telefónica que permita saber con quién habló la abogada a quien asesinaron el 19 de octubre. Si lo hace, demande también la entrega del expediente que en esa oficina de espionaje político se formó con el fisgoneo a Digna Ochoa y a los miembros del Centro Pro, amenazado muchas veces, incluido el momento final de la abogada. Determinar quiénes ordenaron la elaboración de la ficha de la licenciada Ochoa y un estudio sobre su conducta profesional (publicados por Reforma el jueves pasado), en qué marco político y con qué fundamento legal, ayudará a conocer la percepción gubernamental sobre unos activistas que irritaban a muchos en el Gobierno.

Pero ya. Si la demora en impartir la justicia significa denegarla, el paso del tiempo en una indagación policiaca puede hacerla inútil. Cada día que pase sin progresar en la investigación es un día en favor de la impunidad. Porque el tiempo diluye la frescura de los testimonios, inhibe los recuerdos útiles, permite construir coartadas y hacer que los homicidas materiales huyan o sean a su vez suprimidos. Se dirá que es muy breve el plazo transcurrido y que la policía judicial y el ministerio público no pueden hacer milagros. Es preciso que los hagan.

La multiplicada reacción pública de repudio al asesinato debe ser un...

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