Plaza Pública/ Adrián Carrera Fuentes

AutorMiguel Angel Granados Chapa

LARGO FUE EL RECORRIDO DE ADRIAN CARRERA Fuentes desde su barrio natal cercano al mercado de Jamaica, donde según la leyenda era un ladronzuelo, hasta la dirección general de la Policía Judicial Federal y la propiedad de varios establecimientos denominados "El gigante de los azulejos". Con todo, lo hizo en el breve lapso de cuatro décadas. Luego de ese auge vino su decadencia y su ruina, hasta aparecer en estado lastimoso, como "una persona modesta" en el consejo de guerra con que concluye un proceso a dos generales del Ejército, en que el suyo ha sido el principal testimonio.

Hace 10 días cumplió 60 años. Apenas asistió a la enseñanza elemental, por lo que en el rubro donde deben aparecer sus estudios, en su ficha oficial, simplemente se lee: "cursos permanentes para agentes y mandos medios, y de instrucción en narcóticos. Instituto Técnico de la PGR y de la DEA". Pero era un muchacho de empuje, que a los 15 años, según la propia ficha, ingresó al PRI y después al Injuve (Instituto Nacional de la Juventud Mexicana). Las hablillas, quizá surgidas cuando su éxito causó celos y envidias, dicen que en la adolescencia fue retintero (raterillo que arranca el bolso y echa a correr) pero luego se hizo de una pistola y pasó al asalto a mano armada.

No consta en expediente alguno ese pasado, pero quizá explica su vinculación con la Policía judicial del Distrito Federal, a la que ingresó como agente a los 24 años de edad, en 1966. Al cabo de un lustro de servicios, empezó su peregrinar. Durante un año, en 1972, fue inspector de alimentos y bebidas en la Secretaría de Salubridad, cargo menor del que pasó a ser agente de la Policía Judicial Federal. En esa primera estancia en la corporación, hizo una rápida carrera: jefe de grupo en Guanajuato, jefe de grupo en el área de Interpol y comandante en el área de narcóticos. Allí estrechó su cercanía con Arturo Durazo, a quien pagaba comisiones por negocios que eran "propios" del futuro director de la Policía capitalina.

Cuando eso ocurrió, Durazo llevó consigo a Carrera, quien de 1977 a 1980 fue capitán de Policía y tránsito en la dirección de Inspección, mayor inspector de la brigada de homicidios y mayor inspector de la brigada de robo de autos. En esa época se hizo famoso su modus operandi: alquiló un hotel en la colonia de los Doctores y lo convirtió en su cárcel particular: allí llevaba a detenidos a los que extorsionaba tras someterlos a "brutales interrogatorios". Un día se le pasó la mano: como jefe...

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