Plaza Pública / El 16 de diciembre de Lydia Cacho

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

Pretendieron silenciarla. Consiguieron el resultado contrario. La denuncia de la periodista Lydia Cacho contra pederastas y pornógrafos, y sus cómplices atildados como corresponde a quienes ejercen respetables funciones administrativas y parlamentarias -por más que sus uniformes de gente decente sean meros disfraces de su verdadero talante-, adquirió resonancias que incluyen el informe preparado por una comisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, preparado a partir de una solicitud de las dos Cámaras del Congreso de la Unión.

A pesar de que el tribunal constitucional se dejara ganar por el formalismo que sirve de excusa para no entrar en la realidad, ha quedado claro que el Gobernador de Puebla, Mario Plutarco Marín Torres, urdió a pedido de Kamel Nacif una maniobra contra la periodista que había denunciado a Jean Succar Kuri y su red delincuencial, expuesta en el libro "Los demonios del edén". Si se buscó que ese libro fuera tenido como difamador y calumnioso, hoy su verdad y la buena fe con que fue escrito brillan como el sol de Cancún.

No sólo eso. Lydia Cacho ha podido recuperar, en un admirable ejercicio de gallardía e inteligencia, la terrible vivencia del proceso en que estuvo en riesgo de perder la vida y formalmente perdió la libertad, aunque mantuvo siempre consigo su dignidad. Ha escrito sus "Memorias de una infamia" que llega al público acompañado por el DVD de "Los demonios del edén", un documental dirigido por Alejandra Islas.

En esas memorias, Lydia Cacho narra su infausto 16 de diciembre de 2005, un día como hoy de hace dos años. La frivolidad con que en la Corte se emitieron juicios sobre el suplicio que sufrió entonces y al llegar a Puebla merece como respuesta la severidad de este relato. Dejemos la palabra a la periodista:

"Un secuestro legal. Es viernes 16 de diciembre, llueve. Las calles de Cancún son espejos de agua y el clima está templado; son las 11:45 a.m. y es mi primer día de trabajo luego de regresar de un viaje de España y Sri Lanka. Salí de una cafetería en la que desayuné con colegas periodistas. Encendí la música y manejé tranquilamente hacia mis oficinas del CIAM. Llamé para avisar que estaría allí en 15 minutos; mi escolta esperaba en la esquina de la institución. A raíz de las amenazas que había sufrido por parte de Succar Kuri, sus cómplices y otros agresores, desde 2003, tanto la Comisión Nacional de Derechos Humanos como la Cámara de Diputados, solicitaron a la PGR medidas cautelares para...

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