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Los placeres y los días / Grass y otros literatos

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Vincent
AutorAndrés de Luna

Tenía ante sí mismo un antecedente que lo obligó a tener una conciencia de lo que era su país antes de la Segunda Guerra Mundial y lo que equivalía a formar parte de los ejércitos del nacionalsocialismo, hecho que el escritor reveló sin censuras en Pelando la cebolla (Alfaguara, 2011). En ese volumen, el literato aclaraba que a los 17 años había ingresado a las Waffen-SS, como uno de los soldados que integraban el enorme batallón hitleriano que combatió y dominó Europa, esto por el sueño húmedo de los nazis en el poder.

Las comentarios ácidos se volcaron contra Günter Grass, unos y otros condenaban semejante infortunio, lo único que se les olvidaba era que la existencia se confirma con la vida cotidiana y, de esta forma, el escritor había demostrado que sus acciones lo despojaban por completo de ese terrible pasado adolescente.

Cierto que su ingreso a las filas de un ejército semejante era una adopción personal, y que a diferencia de otras personas ligadas a las letras, al estilo de Jünger, el caso de Grass era muy diferente y debía evaluarse en otra balanza distinta de ser un simple nazi que trataba de burlarse de su sociedad.

¿Cuál fue el caso del terrible Ratzinger? Un hombrecillo que incluso llegó a ser Papa, para luego renunciar ante los severos acosos de sus servidores y de una serie de posturas que lo involucraban en asuntos de antes y de ahora. Pues bien, Benedicto XVI se convirtió en un guardián de la fábrica BMW durante la contienda mundial, para luego ser enviado a prisión. El personaje evitó las represalias y se convirtió en Inquisidor para el Vaticano, cargo que llevó sobre su espalda hasta ser elegido pontífice continuador de los planes de Juan Pablo II.

Las dimensiones que se ocultan entre Grass y el Papa renunciado son sensibles y ostensiblemente desiguales. Uno, el escritor, fue notable por la calidad de sus textos, mientras que el otro personaje fue...

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