Los placeres y los días / Dos maneras de espiar

AutorAndrés de Luna

El autor, reportero con una experiencia plena y con conciencia periodística, tardó un buen número de años, de 1980 a la fecha, en anotar y hacer posible un volumen que, aún ahora, resulta inexplicable.

Todo el libro trata de las aventuras ficticias o reales de un hombre que perdió el tiempo de manera soberana para mironear a sus clientes en su local. Si el tema podía despertar los ánimos de Gay Talese, a lo largo del texto el autor descree de las fechas que le da el voyeur, de la misma manera que el tipo con 80 años da su nombre para que se publique el escrito. Gerald Foos es el nombre de ese personaje repugnante que creó una serie de escondites a través de unas rejillas colocadas en una parte del techo del hotelillo. Este barbaján, en apariencia, se dedicó a registrar las cópulas y otros actos, como ver la televisión, ir al excusado, las prácticas masturbatorias o el pedorreo de sus inquilinos. ¿Cómo valorar semejante pérdida de tiempo? Foos incluso produjo las condiciones para que fuera más fácil espiar a su clientela. Adaptó una especie de segundo piso donde podía colocarse y mirar sin el menor problema.

Talese anota que Foos: "Con su bastón, señaló unas cuantas cámaras de video colocadas sobre nuestras cabezas dentro del vestíbulo del hotel, un enorme espacio abierto que alcanzaba los seis pisos de altura y reflejaba el movimiento de un par de relucientes ascensores acristalados. Cuando entraba, también me he fijado en las cámaras colocadas en el techo, y otras que hay en la recepción y allí donde mires -dijo Gerald Foos, repitiendo su queja acerca del extendido voyeurismo que ya había...

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